Guadalajara, Jalisco.
Al Barrio de las Nueve Esquinas, de Guadalajara llegaron las primeras pitayas de la temporada. La mayoría, aún son pequeñas. El blanco, amarillo, naranja y morado de su pulpa es exhibido para atraer a los compradores. Las más grandes alcanzaron un precio de 20 pesos por pieza durante la Semana Santa y de una semana a otra, bajaron a 15 pesos.
La Secretaría de Desarrollo Rural (SEDER) estima que se alcanzará en el Sur del estado el mayor nivel de producción a partir del 10 de mayo, y para entonces su costo al consumidor habrá descendido a niveles de 5 a 10 pesos por cada pitaya.
En el barrio tapatío se comercializa la cosecha de Techaluta de Montenegro y Amacueca, los municipios líderes de este cultivo.
El pitayo es un cactus suculento que se cultiva en suelos franco arcillosos o franco arenosos, en climas cálidos, con lluvias en verano, normalmente libres de heladas. En los municipios de Amacueca, Techaluta, Atoyac, Sayula y Tolimán del Sur de Jalisco, ha encontrado estas condiciones.
Para que cada brazo de pitayo -como le dicen a la planta- produzca fruto dos meses al año, tiene que madurar un lustro y llega a su máximo nivel de cosecha entre el año 12 y 17.
Detrás del precio de cada pitaya, hay años de espera y trabajo de los productores del Sur de Jalisco.
José Guadalupe Fajardo, quien desde hace 64 años se dedica a este cultivo en Amacueca, lamenta que la valorización del precio de la pitaya ocurra al mismo tiempo que el desplome del poder adquisitivo de los mexicanos.
A fin de compensar esos cambios en el comportamiento del consumo de la pitaya, productores de Amacueca y Techaluta prevén exportar 300 mil pitayas a Los Ángeles, California en el mes de mayo, para atacar el mercado de la nostalgia.