ZOPILOTE COMÚN Y ZOPILOTE AURA: LOS SEÑORES DE LA MUERTE




Por Roberto Castelán López

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Ya sea perchado en un poste de luz, devorando algún cadáver cerca de la carretera, o surcando los aires en tremendos grupos, el zopilote es un elemento icónico de las regiones desérticas y semidesérticas como las que hay en los Altos de Jalisco.

Estas especies de la familia cathartidae son los equivalentes americanos de los famosos buitres africanos, y al igual que estos, cumplen una función ecológica indispensable, ya que son los basureros de cadáveres y pueden evitar que se dispersen enfermedades.

En México encontramos cuatro especies diferentes de zopilotes, pero en Jalisco destacan dos que son muy fáciles de avistar; el zopilote aura y el zopilote negro, ambas especies residentes en Lagos de Moreno y sus alrededores.

Fotografía de Roberto Castelán López, festín de los zopilotes comunes

El zopilote negro o Coragyps atratus en la nomenclatura científica, es la especie más común en el país, por lo que también se le conoce como zopilote común. Es un ave robusta de color negro con una cabeza gris completamente desprovista de plumas. Su envergadura ronda los 1.5 metros y mide aproximadamente 65 cm de la punta del pico a la punta de la cola.

La otra especie, el zopilote aura o Cathartes aura, se reconoce fácilmente debido a su cabeza roja y su coloración menos obscura. No obstante, a casi 1200 metros de altura puede resultar difícil identificarla, por lo que se emplean otras señas de identificación distintivas, como lo son las alas y la cola. En el zopilote aura, toda la región que comprende las remeras y coberteras es blanca, mientras que, en el zopilote común, solo las remeras primarias son blancas. Es decir, en el aura casi todas las alas vistas desde abajo son blancas, y en el zopilote común, solo las puntas. Otra característica distintiva es la cola, mientras que en el zopilote aura esta es larga y delgada, en el zopilote común es corta y cuadrada.

Fotografía de Glenn Bartley, recuperada de www.audubon.org

Los zopilotes son animales sumamente gregarios, las dos especies pueden verse volando juntas en las conocidas zopilotadas, que pueden llegar hasta los 100 individuos. Este comportamiento social es una estrategia de protección mutua que les sirve principalmente mientras se alimentan. Si un zopilote divisa peligro, desprende el vuelo y los demás, aún sin haberlo detectado, también despegarán. También es una estrategia para facilitarse el alimento, ya que, si uno localiza un cadáver y desciende por él, los demás le seguirán. Sin embargo, no siempre tienen que ver el alimento, ya que son capaces de detectar etanetiol, gas que emiten los animales podridos.

Su importancia social es poco reconocida por la gente. En palabras del microbiólogo Lars Hansen de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, “son como un sistema sanitario móvil y gratuito” ya que eliminan del ambiente bacterias peligrosas para el ser humano y otros animales.

Fotografía de TaraTanaka, recuperada de www.audubon.org

Los zopilotes cuentan con diferentes estrategias para evitar las infecciones bacterianas causadas por el alimento en descomposición que consumen. La cabeza desprovista de plumas evita que se les queden residuos de sangre y carne podrida, y un proceso hiperácido de digestión degrada todo lo que entra al estómago, incluso las moléculas de ADN de sus presas, parecido a una freidora.

Aunque son especies poco atractivas, su conservación es importante en todos los sentidos, ya que sin ellos la higiene de los ecosistemas se vería seriamente afectada.