Ciudad de México, México.
El Día de Muertos, una celebración que evoca ancestrales tradiciones y llena México de color y dulces, tiene este año una amargura imprevista pues la violencia de los terremotos y el crimen han elevado trágicamente el número de difuntos que recordar.
Dos sismos, el 7 y el 19 de septiembre, mataron a 465 personas en el centro y el sur del país. Al desastre natural se suma la criminalidad que, con más de 18.500 asesinatos acumulados hasta septiembre, podría hacer del 2017 el año más violento en dos décadas en México.
Así, las calaveras de azúcar, las flores de cempasúchil, los desfiles y la comida típica que alegran a millones de mexicanos en noviembre son un recordatorio del horror y la injusticia para aquellos que tienen un familiar asesinado o desaparecido.
Mario Vergara es uno de ellos. El 16 de noviembre de 2014 comenzó a buscar a su hermano en fosas clandestinas.
"Eso del Día de Muertos lo veo como algo muy horroroso, porque nuestros familiares que se han llevado a la fuerza han terminado en una calavera", cuenta a la AFP.
Su hermano Tomás fue secuestrado el 5 julio de 2012 sin que hasta ahora se sepa de él.
"Son nuestras tradiciones, pero para los familiares de desaparecidos que andan buscando en fosas clandestinas es algo horrible", agrega este hombre de 42 años y originario de Guerrero (sur), un estado severamente golpeado por la violencia ligada al crimen organizado en la última década.
Su hermano es uno de los casi 32 mil desaparecidos que hay en México --según cifras del gobierno--, aunque Vergara, al igual que organizaciones civiles, cree que el número es mucho mayor.
Este dato, sumado a los 190 mil homicidios que se han registrado desde el inicio de una controvertida ofensiva militar contra el crimen organizado a finales de 2006, da cuenta de la violencia que se vive en varias partes de México.
- Tristeza entre las ruinas -
El testimonio de Vergara contrasta con el ambiente festivo que se vive en Ciudad de México y en otros puntos del país en el Día de Muertos, que se celebra el 1 y 2 de noviembre, y donde aquellos que no perdieron familiares o pertenencias empiezan a recuperar la normalidad.
Pero en el sur de la ciudad, en un edificio de departamentos que se colapsó durante el sismo matando a 9 personas, vecinos pusieron este miércoles una ofrenda frente a la estructura derruida.
"Es una forma de hacernos presentes. Tenemos que honrar a nuestros muertos pero tenemos que darle una dignificación al edificio que se colapsó", dijo a la AFP Alfredo García, de 47 años, quien vivía en uno de los departamentos.
La ofrenda, adornada con veladoras, comida y cráneos de azúcar, busca aliviar el pesar que reina entre los habitantes del complejo multifamiliar, explicó Francia Gutiérrez.
"Carga sobre nosotros la tristeza de haber perdido a ocho vecinos y un trabajador que estaba en ese momento", dijo la mujer de 36 años que pasó su infancia en el inmueble destruido.
Desde el año pasado, las autoridades capitalinas realizan un colorido desfile sobre el céntrico Paseo de la Reforma, con cientos de personas disfrazadas de esqueletos y se colocan ofrendas monumentales en la plaza central, que atraen a miles.
"Está bien padre (formidable). Es cierto que adoptamos otras costumbres de otros países como el Halloween (estadounidense), pero es importante que no se pierdan estas costumbres 100% mexicanas", señala a la AFP Brenda Moreno, de 28 años.
Moreno celebra la fiesta recordando a sus familiares fallecidos con los alimentos y bebidas que más les gustaban, tal como hacía Vergara antes de comenzar a buscar a su hermano.
- Reír de nervios -
Por esta fiesta se suele decir que "los mexicanos se ríen de la muerte", representada en la imagen de "La Catrina", un esqueleto vestido como una elegante mujer de inicios del siglo XX, inmortalizado por el ilustrador José Guadalupe Posada (1852–1913) y que es, sin duda, el personaje más popular de la celebración.
Sin embargo, para el antropólogo José Mendoza los mexicanos se ríen de nervios.
"Una cosa es ver la imagen de una muerte caricaturizada y otra cosa es ver al cadáver, al esqueleto que fue muerto de forma violenta. No es cuestión de risa, al contrario, es cuestión de llanto", asegura el especialista a la AFP.
Vergara ha visto esos cadáveres de frente y jamás olvidó lo que sintió el 16 de noviembre de 2014, cuando fue a una fosa clandestina por primera vez.
"Recuerdo la primera fosa y encontramos los primeros huesos, algo horrible, que nunca se nos va a olvidar. Nos derrumbamos, lloramos, porque a pesar de todo no aceptas que tu familiar esté muerto, lo quieres vivo", reconoce.
Por la experiencia tuvo que enfrentar su miedo a los muertos. "Tengo una osamenta en una cueva y ahí hay un cráneo. Lo tuve que agarrar para quitarme ese miedo, porque me dan miedo los muertos", confiesa.