Su único delito fue nacer: menores en situación de cárcel en Jalisco




Fotografía: El Tribuno

Guadalajara, Jalisco.

Niñas y niños que pasan sus primeros años de vida entre cuatro paredes. Algunos que comparten el sueño con seis u ocho reclusas más en una misma celda. Cuartos diminutos y colchones duros. Ahí, en una cama individual, entre literas y espacio reducido duermen los pequeños de no más de tres años de edad que pagan la sentencia de ser hijos de sentenciadas: sus madres.

Ellos y ellas no lo decidieron. Nacieron en un entorno vulnerable. Sus madres en su mayoría se embarazaron en el cumplimiento de sus sentencias y algunas otras llegaron con sus hijos en brazos. Tal es el caso de Yohanita, pequeña que está a punto de cumplir la mayoría de edad para salir del encierro. A sus casi dos años y medio se prepara para irse a vivir con su madrina, quien la recibirá a pesar de no tener ningún lazo familiar con ella.

Así la vida de 9 hijas e hijos de mujeres privadas de su libertad en Jalisco, cinco varones y cuatro niñas que viven en el Centro Penitenciario Femenil de Puente Grande (CPF de Puente Grande). No serán las y los únicos, ya que existen nueve mujeres más esperando a dar a luz en reclusión. Y si 18 suenan pocos, la cifra nacional asciende a más de 800, según la fundación Reinserta.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), contabilizó 542 menores que viven con sus madres en reclusión desde recién nacidos, hasta la edad de seis años. Lo cual representa una omisión pues el artículo 18 de la Constitución Mexicana expone que ningún niño o niña mayor de 3 años puede seguir con su madre privada de la libertad.

Jalisco se encuentra en el tercer lugar con la tasa de ocupación más alta de penitenciarías estatales por entidad federativa. La cual se obtiene del conteo de camas útiles en contraste con la cifra de personas que ocupan dichos espacios. A ello, sumemos a los menores que comparten cama con sus madres. El indicador deja al estado jalisciense con sobrepoblación.

Imagen: INEGI

Los menores cuentan con un espacio recluido del resto de las mujeres, al cual le llaman CENDI. Su área de juego es más amplia que sus dormitorios. La leche que les proporciona el estado no les alcanza más que para llegar a medio mes, aunque algunas madres optan por vender esa leche o tomarla para el café.

El presupuesto del CPF de Puente Grande es incierto por no decir que escaso. Las encargadas sólo pueden utilizar lo que les dan y buscan conseguir de manera externa otros apoyos. Incluso, poniendo de su bolsa en ocasiones para resolver situaciones inmediatas. La directora del recinto, María de la Luz García Talavera tiene más de quince años en su dirección y aún no se cansa.

Tan solo para estas épocas decembrinas, tendrá que ver cómo conseguir cuatro mil pesos para poder comprar un botiquín de medicamentos para los pequeños y así poder estar preparadas para sobrellevar el frío.

El caso del centro que dirige María de la Luz, cuenta con un rango de edad de 22 a 45 años. Aunque tienen mujeres que llegan a los 47 años como edad máxima. El grado de escolaridad más común de las reclusas es de secundaría con 106 mujeres, sin dejar de mencionar las 18 que cuentan con licenciatura.

Según el diagnóstico hecho por la fundación Reinserta en 2016, “por lo general, las mujeres en prisión se encuentran en una etapa productiva y reproductiva”, por lo que la cifra de maternidad en reclusión es elevada. Aproximadamente el 50% de la población total de mujeres privadas de la libertad en el país se encuentra en un rango de 25 a 35 años de edad.

Eso sin contar que el 72% de las reclusas tenían de uno a tres hijos al momento de su detención. La mayoría de las mujeres que se encuentran cumpliendo una pena son madres que proceden de un entorno económico de clase baja o marginal, por mencionar algunas de las conclusiones que Reinserta expone en su diagnóstico.

En el CPF de Puente Grande hay 460 reclusas hasta el mes de agosto, pero en el país existen más de 12 mil mujeres privadas de su libertad repartidas en los 53 centros de re inserción especiales para el género femenino en toda la República. Cifras que arrojan que la mujer está incrementado su presencia en las cárceles.

- ¿Cómo es que existen niños y niñas que crecen en la cárcel? –

“Ella jamás supo que estaba embarazada.

Un médico se lo dijo, el mismo día que le dieron la sentencia

– varias veces Esther pensó en quitarse la vida –

traer al mundo a alguien de quien tanto odiaba,

eso le provocaba rabia.”

Esther recibió una sentencia de 46 años de prisión por homicidio premeditado, calificado y doloso. Mató a su padrastro, quien en nombre “de Dios y del amor”, abusó sexualmente de ella durante años y con el consentimiento de su madre, quien hacía caso omiso y fue capaz de testificar en su contra. Así lo expone la periodista Yohali Reséndiz en su libro, “Los hijos de la cárcel”.

Y sí, algunas de ellas ingresan embarazadas y viven su proceso de gestación dentro del reclusorio. Muchas otras, como es el caso de las nueve mujeres que se encuentran en la penal jalisciense, se embarazaron durante una visita conyugal. A pesar de utilizar anticonceptivos que el mismo sistema penitenciario les proporciona.

La maternidad en reclusión, resulta un proceso difícil pero privilegiado. Y se habla de privilegios, porque hay que decir que las mujeres reciben por derecho: atención médica, chequeos generales constantes y un trato preferente en el Hospital Civil de Guadalajara. En donde muchos ciudadanos esperan por su turno en urgencias, cuando ellas de necesitarlo no tendrían que esperar.

Con esto no se quiere decir que sea una situación óptima para concebir, pero muchas de las mujeres que se encuentran en reclusión, quizá afuera no tendrían los recursos necesarios para recibir dicha atención. Podría llegar a ser un factor que sopese al momento afrontar un embarazo en reclusión.

Sin embargo, una vez transitado el proceso de gestación. La madre tendrá que vivir con su bebé en la celda, el menor estará expuesto a un lenguaje violento, una exposición de manera precoz a la sexualidad y “normalizará conductas que afuera son ampliamente rechazadas”, aporta Catalina Pérez, psicóloga infantil.

- Lo retos de crecer en la cárcel y de insertarse a la sociedad -

El tema de las condiciones y situaciones en las que viven los menores de edad con sus madres en reclusión, varían según: el centro penitenciario, los entornos particulares y la atención que se les brindan. Pero sin duda hay factores y proceso por los que absolutamente todos pasarán.

Todos y cada uno de ellos podrán vivir con sus madres en reclusión hasta los tres años, tendrán derecho a recibir atención médica y psicológica, así como a ser acompañados en su proceso de separación de la madre y de insertarse por primera vez en un entorno social.

Enumerarlos suena cosa fácil, pero en la “práctica es un proceso traumático para los menores, el cual sin duda los marcará”, así lo explicó Catalina Pérez para #44LAB. “El niño pasará por un duelo evidente, será separado de la madre y con ello vendrán preguntas para él o ella durante su crecimiento: ¿Fue mi culpa? ¿Qué hice mal? ¿Todo lo que había considerado normal ahora no lo es?”.

Eso sin contemplar el estigma social que cargarán por un delito que no cometieron. “Los niños en edad de escolaridad básica son crueles. No se limitarán a señalarlos como: mi compañero que vivió en la cárcel o el que tiene a sus padres reclusos. Lidiar con ello no será sencillo”, aporta Catalina.

Video: cortesía

Del 2015 a la fecha, por lo menos el CPF de Puente Grande no se ha visto en la necesidad se entregar ningún niño al DIF o albergue. Ya que todos han podido ser acomodados con sus familiares o allegados que puedan hacerse cargo de ellos.

En los últimos días, en la reunión de trabajo de la Comisión de Readaptación y Reinserción Social que preside el diputado jalisciense Augusto Valencia, presentó un informe en donde exhorta al fiscal general del Estado para que realicen mejoras y dote de camas adecuadas en el área de dormitorio.

El camino en términos jurídicos aún tiene muchas aristas, faltan avances en la legislatura con perspectiva de género y en la agilización de los procesos penales de las mujeres. Así como en el proceso de reinserción una vez cumplida la sentencia, muchos de los oficios aprendidos están fuera del mercado laboral.