México, México.
"Hay más Xochimilco que pescadores", dice Roberto Altamirano desde una barca mientras dos de sus hombres echan redes en esa zona lacustre del sur de Ciudad de México para capturar carpas y tilapias.
Altamirano y una veintena de pescadores son los últimos de su especie: quieren evitar que esos peces invasores acaben con Xochimilco y su fauna, en particular con el ajolote, un tipo de salamandra que solo existe en los 180 kilómetros de canales de la zona y que en la mitología azteca simbolizaba el movimiento y la vida.
Xochimilco, un área que pocos imaginan en la caótica Ciudad de México por su predominante color verde, árboles, aves y coloridas trajineras (barcas) que fascinan a los turistas, es vital para la capital porque ahí todavía se cultivan hortalizas y otros frutos y es un pulmón en medio del concreto.
Se estima que si desaparece Xochimilco, la temperatura de la megaurbe aumentaría hasta cuatro grados.
Las amenazas son de tiempo atrás: "Aguas negras, después de eso las especies invasoras (carpas y tilapias) y al último, como lo pusieron de moda, todos querían tener un ajolote y empezó a haber un mercado negro", dice a la AFP Altamirano, de 42 años.
El desafío mayor lo supuso quizá la llegada, a finales del siglo pasado, de especies invasoras, y enfrentarlas exige un esfuerzo titánico.
- "El último loco" -
Las carpas y tilapias "se introdujeron como un recurso aprovechable para el consumo humano. Sin embargo, resultaron ser invasivas y ocasionaron un problema", dice a la AFP la académica María Figueroa.
Originalmente, la pesca existía solo para autoconsumo e incluía también almejas y acociles (un tipo de camarón de río), especies que ya difícilmente se ven en los canales.
Por ello, Altamirano responde con lo que ha hecho toda su vida: pescar.
"Mi abuelo tiene 98 años y de él aprendí la pesca. Se había perdido el linaje porque llegó el momento en que ya no era redituable. Soy el último loco que queda de mi familia", relata.
Conformó el grupo de pescadores hace ocho años para sacar toneladas de carpas y tilapias, que pone a secar, muele y vende como harina para composta, pues los capitalinos temen comerlas porque podrían contener metales pesados.
El problema es mayúsculo: ambas especies se reproducen rápidamente con el efecto potencial de devastar a Xochimilco y su ecosistema.
En una ocasión sacaron en media hora nueve toneladas de pescado, todo un récord, según Altamirano.
- "Nos vamos a acabar" -
Sin embargo, el proyecto corre el riesgo de naufragar, y con él parte del esfuerzo por salvar las especies de Xochimilco.
Cada vez hay menos pescadores. Escasean los jóvenes xochimilcas deseosos de dedicarse a lanzar redes al agua turbia bajo un inclemente sol por 2.600 pesos mensuales (unos 145 dólares) que les paga la ciudad.
Sostener a una familia con eso es muy difícil, asegura Altamirano.
"Nos vamos a acabar nosotros y se acabaron los pescadores, porque la juventud ya no se quiere interesar por esto. Prefiere estar en un bicitaxi (vehículo de pasajeros movido con bicicleta)", agrega.
Cerca pasa una barca con otros lugareños que llevan un pequeño carro para vender tamales (platillo de maíz) en la calle.
"Esa familia que acaba de pasar son cinco o seis hermanos, todos viven de la pesca, pero baja mucho el precio y mejor se van a buscar otro tipo de cuestiones", dice Altamirano.
A su lado, Ramsés Coloapa, un pescador de 23 años, dice que pesca "más que nada por necesidad de salir adelante, sacar los gastos de la comida".
Ante al reto que implica conseguir recursos para operar y el poco interés de los jóvenes, Altamirano ruega para que una leyenda local no se convierta en realidad.
"Decía una leyenda de los xochimilcas que el día que se pierda el ajolote, Xochimilco se acaba, y está a punto", lamenta.