París, Francia.
"2024 será un año de orgullo deportivo francés porque los Juegos Olímpicos y Paralímpicos tendrán lugar en nuestra casa, en Francia", declaró el mandatario de 46 años durante su discurso de Año Nuevo el 31 de diciembre.
A seis meses de la cita mundial, este "entrenador autodesignado", como le definió en enero el diario liberal L'Opinion, intenta acaparar la atención olímpica, como demuestra su visita este martes al centro de formación de deportistas de élite Insep.
"El jefe de Estado transmitirá un mensaje de determinación, audacia y unidad, llamando a todos a superarse para hacer de este año olímpico un momento inolvidable para todos los franceses", aseguró la presidencia francesa.
Más allá de un éxito organizativo, después que el caos de la final de Liga de Campeones en mayo de 2022 deteriorara la imagen de Francia, el objetivo del país es terminar entre los cinco primeros puestos en el medallero.
En los Juegos de Tokio en 2021, Francia terminó en octava posición de las 206 delegaciones participantes, pero Macron sermoneó entonces a los atletas franceses al asegurar que el "balance global" de resultados "no estuvo al nivel" que esperaba.
El mandatario "es competitivo, alguien a quien obviamente le gustan los retos y fascinan dos cosas: el éxito individual de los deportistas y su dimensión patriótica", aseguró a AFP el politólogo Jean Petaux.
La llegada al poder de Macron fue maratónica. En 2017 se convirtió en el presidente más joven, con la promesa de reformar Francia, pero su popularidad cayó desde entonces a golpe de crisis políticas y sociales y ahora se sitúa en torno al 32%.
La euforia del 98
"Este tipo de evento [como los Juegos Olímpicos] es la ocasión de poner en marcha una importante operación de comunicación", apunta el politólogo Pascal Perrineau, para quien el presidente podrá abandonar la confrontación política y recuperar su imagen.
Pero los expertos interrogados por AFP son escépticos sobre que un eventual éxito de organización y de medallero impulse su popularidad, como le pasó al expresidente Jacques Chirac en 1998 cuando Francia ganó su primer Mundial de Fútbol, en casa.
"En el 98, los efectos políticos de la victoria fueron reales", asegura Petaux, para quien el "repunte político" de Chirac se debió a la "victoria" de los Bleus y a la "naturalidad" del presidente conservador (1995-2007) con los futbolistas.
La situación fue diferente en 2018. Francia se alzó con su segunda Copa del Mundo de Fútbol en Rusia, pero, cuatro meses después, Macron enfrentaba su peor crisis social: las protestas de los chalecos amarillos, que dieron la vuelta al mundo.
"Macron no inspira tanta simpatía potencial como Chirac", abunda el politólogo, para quien la celebración del Mundial en Rusia y el hecho de no tratarse del primer título para Francia ayudaron también a que no hubiera una "fiesta popular comparable".
Si pese a todo los Juegos Olímpicos logran una mejoría de la imagen del mandatario, "esta será efímera", concluye Perrineau, recordando que "cuando las citas electorales empiecen a llegar en Francia, se volverá a una política más conflictiva".
- Con un 2024 marcado por el 80º aniversario del desembarco de Normandía, los Juegos y la reapertura de la catedral de Notre Dame, Macron tiene ante sí un paréntesis político, antes de que se relance la carrera por su sucesión en 2027.