Nasiriya, Irak.
Irak vivió el jueves una de las jornadas más sangrientas en dos meses de protestas contra el poder, con la muerte de 33 manifestantes, principalmente en el sur, donde los manifestantes prendieron fuego a edificios públicos.
La sangrienta represión de las fuerzas del orden contra los manifestantes llevó al primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, a destituir al comandante militar que había nombrado pocas horas antes para restablecer el orden en Nayaf (sur), donde el consulado de Irán fue pasto de las llamas.
Fotografía: un joven manifestante iraquí cerca de neumáticos ardiendo en la ciudad chiita de Kerbala, en el sur de Irak. Créditos: Mohammed Sawaf - AFP
La ciudad, que es un símbolo histórico de las luchas sociales en el país, estaba bajo toque de queda rodeada por las fuerzas de seguridad.
El sonido de disparos desde primeras horas de la mañana no cesaba en Nasiriya donde las fuerzas de seguridad tratan de poner fin a la desobediencia civil y recuperar dos puentes que los manifestantes ocupan desde hace tres días.
Combatientes tribales cortaron la carretera que une a Bagdad para impedir la llegada de refuerzos policiales o militares.
En Nasiriya, de donde es oriundo el primer ministro, 25 manifestantes murieron oficialmente y más de 250 resultaron heridos en solo unas horas, según fuentes médicas.
El gobernador de esa región decidió dimitir el jueves por la noche.
Mostrando que no tienen miedo de la represión, miles de personas desafiaron el toque de queda y desfilaron en un cortejo fúnebre para enterrar a los muertos.
Antes que Nasiriya, Nayaf había decretado toque de queda después de los disturbios de la víspera en la que centenas de manifestantes, a los gritos de "Fuera Irán" y "Victoria a Irak", quemaron el consulado en esta ciudad santa, que recibe cada año a millones de peregrinos, llegados sobre todo de Irán.
La Comisión de Derechos Humanos denunció "el uso excesivo de la fuerza" en un comunicado.
- Nuevos comandantes militares -
Ante el recrudecimiento de la violencia, las autoridades nacionales estaban recurriendo a militares para hacer frente a un movimiento que no desiste.
Con unas autoridades cercanas a Irán, Bagdad acusa a personas "ajenas a las manifestaciones legítimas" de querer "socavar las relaciones históricas entre los dos países" con el incendio del consulado iraní de Nayaf.
En Teherán, que ve en el movimiento de protesta en Irak un "complot", el ministerio de Relaciones Exteriores iraní reclama una "acción decisiva, eficaz y responsable contra los agentes destructores y los agresores".
En dos meses de manifestaciones, los iraquíes no esconden en las calles su ira contra su gran vecino.
Por su parte, el gran ayatolá Ali Sitani, que reside en Nayaf, pronunciará previsiblemente su sermón semanal el viernes.
Diseño: AFP
Esta figura tutelar de la política iraquí apoya las reivindicaciones de los manifetantes pero, hasta la fecha, no le negado su confianza al gobierno, e instó en varias ocasiones a la "moderación". Pero la violencia de este jueves podría cambiar las tornas.
Los manifestantes consideran que el sistema político instaurado por los estadounidenses que derrocaron el régimen de Sadam Husein en la invasión de 2003, está agotado.
Sobre todo, por la influencia creciente de Irán y de su poderoso emisario para asuntos iraquíes, el general Qassem Soleimani, encargado de las operaciones exteriores de los Guardianes de la Revolución.
Los iraquíes reclaman una reforma profunda del sistema político y la renovación total de una clase dirigente corrupta e inepta. Oficialmente, 410.000 millones de euros han sido desviados en 16 años, es decir, el PIB completo de dos años.
Los dos países con mayor influencia en Bagdad, Estados Unidos e Irán, mantienen su guerra de influencia en Oriente Medio, aunque en Irak, Teherán ha tomado la delantera mientras Washington está de retirada.
- Parálisis en el sur -
Mientras que el general Soleimani ha logrado que el conjunto de los partidos en el poder cierren filas en torno al primer ministro Adel Abdel Mahdi, Estados Unidos se limita a hacer declaraciones oficiales hueras. El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, que viajó a Irak la semana pasada, ignoró a las autoridades de Bagdad y se limitó a visitar únicamente sus tropas y al gobierno autónomo del Kurdistán.
Mientras tanto, la vida en el país está casi paralizada. En el sur, los colegios permanecen cerrados desde hace semanas y las administraciones que no han cerrado sus puertas exponen pancartas en el frontispicio con el mensaje "cerrado por orden del pueblo".
En las calles y en las autopistas, los manifestantes dejan clara su rabia con espesas nubes de humo negro: queman neumáticos para tratar de bloquear y afectar al gobierno en el único punto que puede hacerle mal, el oro negro y sus preciosos ingresos.
Pero hasta ahora, no han logrado afectar la producción y la distribución del petróleo, única fuente de divisas del país que representa el 95% de los ingresos de un gobierno terriblemente endeudado.
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