Ocotlán, Jalisco.
La incorporación de la inteligencia artificial a la vida cotidiana dio un salto visible y masivo con la aparición del ChatGPT, un chat diseñado para interactuar con personas y que puede responder, en tiempo real, millones de dudas: desde pronósticos sobre el futuro de la economía hasta la redacción de textos para explicar un fenómeno climático, escribir un poema o un ensayo. La aparición de este chat sencillo de usar llama tanto la atención que algunos piensan que se trata del parteaguas de internet y que es la herramienta del futuro para muchos campos, como la educación, la investigación y la economía.
Sobre este punto, hace algunos días entrevisté a Tomás de Camino, un matemático, profesor e inventor radicado en Costa Rica, a quien le pregunté sobre las grandes oportunidades que se abren en el campo de la educación mediante el uso de inteligencias artificiales como el ChatGTP. Me dijo que uno de los grandes potenciales de la herramienta está en la frontera del conocimiento: en usar la tecnología para la investigación y la producción de conocimientos, para ir más allá de lo conocido y no quedarnos en lo cotidiano, en lo que ya se hace.
Se trata de usar la tecnología como impulso, para potenciar las capacidades, para crear, inventar, para ir más allá de la educación memorística, mecánica y de repeticiones. Como ejemplo, se le puede pedir al chat que nos ayude con los contenidos para el diseño de un curso, pero al tener dichos contenidos no se trata de usarlos íntegramente sino de tomarlos como insumo para construir algo mejor, un curso que salga de lo que ya se sabe y que vaya hacia lo nuevo. Y en medio de la charla, Tomás de Camino dijo que el ChatGTP, en este momento, nos encuentra nivelados y nos da la oportunidad de aprovechar su potencial. Al ser tecnología abierta, la excusa de que estos avances son cosas del primer mundo no sirve.
La popularización de este chatbot de inteligencia artificial aviva viejos miedos y anhelos visionarios: los que tienen miedo, los que no saben, le dan un tono apocalíptico y ven escenarios funestos, como si los avances tecnológicos fueran la causa paradójica del retroceso; y los innovadores y visionarios ven en la tecnología el punto de apoyo para construir un mejor futuro.
La cuestión de fondo tiene que ver con cómo nos posicionamos frente a la tecnología. Y no se trata sólo del simplismo de los tecnopesimistas y los tecnoptimistas, sino de pensar cómo aprovechar los avances del conocimiento, de la ciencia y la tecnología para construir economías más justas, más incluyentes y más sólidas. En mi visión, es claro que nos falta apostar más por la educación, la investigación, la ciencia y la tecnología. Imaginen todo el potencial que representa para la pequeña economía, las microempresas, pymes y emprendimientos.
La inteligencia artificial vino para quedarse. Y de nosotros depende cómo la aprovechamos, cómo experimentamos y qué nuevos horizontes podemos construir. El futuro es hoy y se construye hoy.
Por Héctor Farina Ojeda
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