Ciudad de México, México .
Las flores amarillas, tan presentes en la obra y la vida del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, dieron color este miércoles al ambiente en la casa en Ciudad de México del autor de 'Cien años de soledad' en el décimo aniversario de su muerte.
Sin ruido, casi fantasmal como algún personaje de una obra de su padre, Rodrigo García Barcha, el hijo mayor del patriarca de la generación del boom, llegó poco antes de las 10 de la mañana a la casa en Jardines del Pedregal, al sur de la capital mexicana,
donde algunos allegados a la familia recordaron al maestro.
- Poco después uno de los cómplices de 'Gabo', su chofer Genovevo Quiroz, bajó de su camioneta con un ramo de flores amarillas, las preferidas del más grande novelista en idioma español en el siglo XX.
Quiroz es un hombre sobrio de media estatura, cómplice de García Márquez en sus últimos años de vida. Como su chofer lo llevó a reuniones, homenajes y al hospital, cuando el maestro tuvo problemas de salud.
"Le gustaba escuchar vallenatos, los ponía en el radio cuando íbamos en el carro", contó el mexicano en breves declaraciones.
No es casual que uno de los recuerdos de la gente cercana a 'Gabo' esté relacionado con la música. Diez años después de su partida, el también cuentista y cronista de primera fila es recordado como la voz principal de un coro casi religioso: el del boom latinoamericano.
La prosa poética del autor de 'El amor en los tiempos del cólera' era musical, algo lógico porque de jóvenes su madre, Luisa Santiaga, estudió piano, su padre, Gabriel Eligio, fue un violinista no carente de talento y el mismo 'Gabito' cantaba en la escuela.
"No hay felicidad más pura que la felicidad de cantar", aseguró García Márquez en la introducción de un disco del cantautor cubano Pablo Milanés y resumió en una frase su apego a la música.
Marcada por la prosa poética, la obra de García Márquez tiene música, algo reconocido por los estudiosos, sus colegas y sus lectores.