Washington, Estados Unidos.
Procesado en la investigación sobre la injerencia rusa en la campaña presidencial estadounidense, el exdirector de campaña de Donald Trump, Paul Manafort, intentó en vano el jueves convencer a una jueza federal que lo dejara libre.
Pero lo magistrada con sede en Washington, Amy Berman Jackson, decidió mantener el arresto domiciliario de Manafort, declarándose preocupada por el riesgo de que el acusado escape al exterior.
La jueza Jackson fijó para el lunes una próxima audiencia a fin de estudiar las condiciones de la eventual libertad del exasesor republicano, que solicita se le levante la asignación a residencia y el retiro de la pulsera electrónica que le impuso la justicia.
Manafort, de 68 años, y su socio Rick Gates, de 45, ambos se declararon inocentes ante un tribunal de Washington, pero fueron puestos bajo arresto domiciliario tras el pago de sendas fianzas, luego de ser acusados de ocultar millones de dólares recibidos por trabajar para el expresidente ucraniano Viktor Yanukovich y su partido pro-ruso.
Las relaciones de Manafort con el poder comenzaron ya en la década de los 70, cuando actuó como asesor para el presidente Gerald Ford, y una década más tarde se desempeñó como estratega y asesor de Ronald Reagan en la Casa Blanca.
Sin embargo, a partir de ese punto Manafort se llevó su agenda de contactos a la iniciativa privada, y pasó a defender en Washington los intereses de líderes y dirigentes extranjeros deseosos de tener un contacto en la capital estadounidense.
Esa lista de clientes incluyó el entonces dictador filipino Ferdinand Marcos, el somalí Mohamed Siad Barre, el guerrillero ultra derechista angoleño Jonas Savimbi y, más recientemente, Yanukovich.
Fueron sus contactos con Ucrania los que dejaron a Manafort en el centro de las atenciones del fiscal especial Robert Mueller, quien investiga la alegada colusión de la campaña de Trump con Rusia en la carrera presidencial de 2016.