Guadalajara, Jalisco.
La productora “El Taller del Chucho”, en Guadalajara, no solo fue parte fundamental de la cinta “Pinocchio” sino la semilla que el director Guillermo del Toro puso para que el talento de este país pasara a las grandes ligas de la producción mundial en el trabajo del "stop motion".
Junto con el equipo de Portland, el Centro Internacional de Animación, bautizado por Del Toro como “El Taller del Chucho”, fungió como la segunda unidad de producción del largometraje que ha recibido múltiples premios y la nominación a Mejor Película de Animación en los Premios Óscar que tendrán lugar este domingo.
Un equipo de 40 personas entre animadores, asistentes, fotógrafos, camarógrafos e ingenieros conformaron esta unidad, pieza clave en el proyecto del director, quien confió en el talento de sus colegas mexicanos y creó las condiciones para que realizaran proyectos de calidad mundial, afirmó a EFE, Angélica Lares, directora del taller.
“Fue el más grande impulsor de este proyecto, es un sueño que tenía desde los inicios de su carrera, tener un espacio como este y que después de mucho tiempo se pudo consolidar, al igual que 'Pinocchio', para nosotros ha sido el proyecto emblema que nos pone la vara muy alta y que sabemos que tenemos que mantenernos con una trayectoria importante”, dijo.
Del Toro no solo sabía del talento de animadores mexicanos, sino que pidió a Netflix que parte de la producción sucediera en su tierra natal.
“De los últimos 20 años de los (Premios) Ariel, (del cine mexicano) 16 han venido para Jalisco en la Categoría de cortometraje de animación. Él sabía lo que estaba sucediendo aquí y lo que pretende es que sea un estudio de primer nivel para proyectos propios e internacionales”, dijo a EFE Luis Téllez, supervisor de animación de la segunda unidad de “Pinocchio”.
Téllez es uno de los llamados “fabulosos siete”, directores y directoras mexicanos a los que Del Toro conoció durante su carrera y a quienes invitó a trabajar en “Pinocchio”.
EL RETO DE LOS DETALLES
En el Taller del Chucho fueron producidas 50 escenas de la película, muchas de ellas relacionadas a los conejos fúnebres, a la muerte y el inframundo, además de la secuencia de los créditos al final de la cinta.
Téllez detalló que los “fabulosos siete” “se quitaron la etiqueta” de directores y se pusieron al servicio de la idea que Del Toro y el codirector Mark Gustafson tenían para la película cuyo enfoque en los detalles y los simbolismos supuso un reto para todo el equipo porque ninguna decisión fue tomada al azar.
“Darse cuenta de toda la meticulosidad de lo narrativo, que cada decisión de Guillermo era esencialmente semántica e indispensable, todo debe tener un significado, cada elemento en el plano debía contar algo para justificar su existencia”, indicó.
Durante casi dos años de producción, el equipo tuvo libertad creativa y a la vez estaba pendiente de las modificaciones que el director pedía en las juntas virtuales semanales aunque pudieran parecer insignificantes.
Téllez contó que en alguna ocasión Del Toro pidió modificar un plano porque a uno de los personajes le faltaba la banda del fascismo italiano en uno de los brazos o que tenían indicaciones para que la pluma que Pinocho tiene en la cabeza se pudiera desplazar y animar en ciertos grados.
Salvador Rodríguez, asistente en la dirección de arte de la segunda unidad, contó a EFE que dejó su trabajo en al área museística para unirse al equipo y aportar ideas sobre como ayudar a los esqueletos de algunos personajes, generar objetos a escala o adaptar una de las cámaras para que pudiera enfocar en un giro de 360 grados.
“En México hay mucho talento para ese tipo de obras, hubo gente de varios estados de México, como Veracruz, Puebla, Baja California, con todo ese talento fueron pocas cosas las que nos rechazaron, las que cambiaron porque el nivel que traían los artistas de aquí era muy alto”.
Gracias a Pinocchio, el taller tiene en puerta colaboración con tres casas productoras en México y está en negociación para coproducir con empresas de España, Brasil y Uruguay, adelantó la directora.
“El proyecto sumó también mucha tecnología, procesos más industrializados que creo que eso suma a que los nuevos proyectos se puedan hacer de una manera más profesional, más rápida y eficiente, es uno de los grandes pros al tener un espacio como este”, concluyó
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