Guadalajara, Jalisco.
El 30 de octubre del 2014, Mónica* recibió un mensaje. “Abrí mi WhatsApp, era un mensaje de ella teniendo relaciones sexuales con el que entonces era mi pareja y el actual papá de mis tres hijos. No pude pensar más. Sentí mucho enojo, coraje, ansiedad y me preguntaba ¿por qué a mí?”, ese fue el momento en que Moni decidió querer quitarse la vida. Para fortuna de ella y su familia, no lo consiguió.
De enero a julio del año en curso, la Fiscalía General del Estado (FGE) tiene abiertas 206 carpetas de investigación por suicidio. A nivel nacional, según el INEGI, la cifra asciende a 6 mil 285 suicidios consumados, tan solo en 2017.
Las cifras actuales se dan a conocer cada 10 de septiembre, Día Mundial de la Prevención del Suicidio estipulado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Mónica* tiene tres hijos, 2 mujeres y un varón. En su familia, ella es la menor, solo tiene un hermano. Es originaria de Tlaxcala, donde crecieron sus padres. La dinámica familiar para ella siempre fue muy tradicional: la mujer a la casa y el hombre a trabajar. Su padre nunca quiso que estudiara o se preparara, su madre, por lo contrario, la alentó.
“Desde niña sufrí mucho bullying, aunque en ese entonces no se conocía así. Siempre me humillaron por mis rasgos indígenas y por mi apellidos también indígenas. Ahora son un orgullo, pero cuando era niña mis compañeros eran muy crueles”, explica Moni, quién pidió que así la llamara. Ya para su adolescencia carecía de una buena autoestima, situación que la llevó a comer en exceso. Ahora las burlas no eran por su origen, sino por su sobrepeso.
La constante búsqueda de Moni era el amor. Quería sentirse querida, cobijada y valorada. Cuenta que siempre que veía a las parejas en el transporte público, en el parque o a los papás de sus amigas, se daba cuenta que había unión y complicidad. Pero ella no había visto eso en casa, su padre fue “un mujeriego” y su madre siempre lo aguantó, muchas peleas y malos tratos. Ella solo quería una familia unida.
- Los hombres, lo que más atentan contra su vida. Las mujeres, las que más acuden a terapia -
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los hombres son los que más atentan contra su vida. Del 2010 al 2016 murieron 33 mil 409 varones por suicidio, en comparación con 7 mil 899 mujeres que se quitaron la vida.
Según Juan Carlos Aldrete, director de la organización Sum Et Cogito, “por el estigma social que existe entorno a la salud mental, las mujeres vienen más a terapia ya que para ellas está socialmente aceptado ser vulnerables. Para los hombres no”.
La organización Sum Et Cogito, que en español significa “existo y pienso”, se dedica a dar acompañamiento multidisciplinario a personas que se encuentran en momentos complicados de su vidas, como: una pérdida, trastornos de personalidad, personas que quieren atentar contra su vida, familiares de feminicidios o desaparición forzada.
Para Mónica* acudir a terapia fue un gran paso. Ya que como aún dependía de su padre cuando intentó quitarse la vida, él veía a los psicólogos solo “para personas locas”. Su perspectiva cambió después de que su hija terminó en el Hospital Civil de Guadalajara (HCG) por haber intentado suicidarse, ahí la terapia y acompañamiento no fue una opción, sino una necesidad.
“Estamos acostumbrados a visualizar una sociedad perfecta. En donde si no estás acorde con el ideal impuesto, no hay más, fracasaste. La manera en que influye nuestro contexto con nosotros es de gran importancia, así como la forma en que nosotros nos relacionamos con nuestro contexto. Es decir, si no tienes el auto del año o el trabajo deseado, estas mal. Y no es así, la vida no es perfecta y nuestra tolerancia a la frustración debería ser parte de la educación”, aporta la psicóloga Fabiola Juárez, parte de Sum Et Cogito.
Moni cargó en su vida con los estigmas y estereotipos sociales. “Nunca fui la bonita, o la más inteligente o la más querida. Fui como la oveja negra de la familia. Ahora ya entiendo que no pasa nada. Que tengo muchas otras cosas por las que estar orgullosa. Pero en ese entonces me dolía”. Así que cuando conoció al padre de sus hijos, a los 5 días se fue a vivir con él y a los seis meses ya estaba embarazada, “todo fue muy rápido, no sé si en realidad lo quería a él o a su compañía. Quizá quería llenar un vacío”.
Las formas más comunes en que las personas se quitan la vida en México, son: ahogamiento y sumersión, ahorcamiento y estrangulación, arrojarse o colocarse frente a objetos en movimiento, disparo de arma, envenenamiento, autolesionarse con objetos punzo cortantes y precipitación o caída. Por lo general las mujeres se suicidan por caída y los hombres por envenenamiento.
- El día en que Moni intentó quitarse la vida -
Venía de una relación enfermiza. El lenguaje de su pareja hacia ella ya era muy violento y cruel. “Me dejó embarazada. Tuve a mi niña, que fue lo que me hizo salir adelante sus primeros años. Pero la que en ese entonces era la nueva pareja del padre de mi niña tenía una actitud muy agresiva hacia mí. Me llamaba para decirme que lo dejara en paz, que ya no éramos parte de su vida mi hija y yo. Que el ahora estaba solo para ella. Y él me repetía que ya no me quería”.
Ella en un inició reconoce que buscó a su ex pareja porque no podía y no quería estar sin él. Pero con el paso del tiempo ella entendió que no había más. Así que su relación se volvió exclusivamente para cosas de su hija. Eso molestó a su entonces pareja. No las quería en su vida. “Emocionalmente yo ya no estaba bien. Todos los días me preguntaba, ¿para qué vivía? ¿por qué a mí? ¿por qué tanto daño?”, recuerda Moni.
Así que un 30 de octubre tomó su celular y lo llamó. Estaba en casa de sus padres, su niña dormía con su madre. Su padre no estaba. No contestó. Los pensamientos la inundaron, la ansiedad la absorbió. Tomó todas las pastillas de su madre para la presión. Le avisó a su madre que iba a salir. Tomó un autobús sin rumbo y en el primer hotel de paso que encontró, se quedó. Ahí volvió a llamar y llamar. Contestó, estaba con la otra mujer.
“Recuerdo que le dije de todo. Que había conseguido lo que quería, que ya no tenía ganas vivir. Pregunté mucho también, todo lo que tenía tiempo en mi mente y no conseguía explicar. Él me decía que lo dejara en paz, que no me quería y que no lo chantajeara. Le dije que no lo llamaba para eso, que solo quería despedirme. Colgué. Todo se vino abajo, yo ya no podía pensar. Suena el celular. Un mensaje de ella, lo abro. Un video sexual de ella con él, explícito. La gota que derramó el vaso. Tomé todas las pastillas de mi madre y las tragué. Lloraba. Él ya se había dado cuenta que no estaba jugando, llamó y llamó. No contesté. Llamadas de mi madre, una tras otra. Tampoco contesté. Comencé a sentirme mal, muy mal. Vomité y se nubló todo. Vi una llamada entrante, era él. Contesté y lo último que recuerdo es que forcejeaban para abrir mi puerta. De ahí desperté en el Hospital Civil, en el último piso y entubada”.
El último piso del HCG es donde se encuentran las personas en fase terminal o desahuciadas. Moni no estaba en esa situación, pero la pusieron allí, "para que me diera cuenta que yo había intentado quitarme la vida, mientras que todos ellos se aferraban a ella. Ahí entendí muchas cosas. Me arrepentí, tenía una hija por la que vivir”.
Durante el tiempo que estuvo internada, una señora se acercó a ella para contarle el caso de su hijo quien no tenía más de 30 años y estaba en el mismo piso que ella. “Mi hijo era el alma de la fiesta, trabajador y querido por todos. Obtuvo un nuevo puesto en el trabajo, las envidias y celos le provocaron una golpiza que lo dejó aquí. Ahora no le dan más de una semana.”, le dijo con lágrimas en los ojos.
Mónica* recuerda esa anécdota todos los días. Ella por alguna razón seguía con vida y su motor ahora era su hija.
- Siempre hay alternativa -
Quienes se encuentran en depresión, que normalmente es el estado de las personas suicidas, según la psicóloga Fabiola, ven este tipo de salidas como la única opción. “Acudir a ayuda profesional está mal visto por la sociedad. Pero la salud mental es tan necesaria como la física. Siempre hay personas que te pueden ayudar, incluso familiares o amigos”.
Para Juan Carlos, Fabiola y Alejandra Ballesteros, quien es la encargada de área de comunicación de la organización, la educación mental debe ser parte de cualquier plan educativo. Ya que debido a la desinformación y la realidad que se vive en el país, tener problemas que afecten la estabilidad mental es más común de lo que se cree.
“En la asociación, lo que hacemos es acompañar de manera integral a las personas en sus procesos. Es decir que si vienes a terapia porque tienes una mala situación económica o problemas legales muy fuertes, no solo hay ayuda psicológica, sino también legal o financiera para apoyarte a salir adelante”, explica Juan Carlos.
Además, señalan que como institución, lo que menos quieren es hacer que las personas dependan de ellos, sino propiciar que vivan un acompañamiento que tenga un final favorable para vida de quienes los buscan y así puedan seguir con su camino.
Mónica* aún no termina su tratamiento, pero ya se siente la suficientemente fuerte para hablar de tema y que los demás conozcan su historia. Piensa que así puede ayudar a que quien está viviendo una situación similar, busque ayuda. Que sepan que hay gente que pasó por lo mismo que ellos y que hoy está de pie.
Mónica*: nombre que pidió el testimonio para ser mencionada en el texto.
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