El Análisis | Recuperar terreno perdido




Ocotlán, Jalisco

Una de las batallas que las economías latinoamericanas vienen perdiendo desde hace décadas es la que se da con el poder adquisitivo de la gente: con salarios bajos que se ven superados por los aumentos de los precios, la capacidad real de las personas de cubrir los costos de vida se fue deteriorando de manera progresiva y constante. Y los resultados pueden verse en clases medias empobrecidas, en un aumento de la carga laboral que no se ve reflejado en la calidad de la vida, así como en los indicadores de pobreza que ya no escandalizan a nadie aunque sean cifras de escándalo.

Recuperar el poder adquisitivo es un gran reto, sobre todo porque no se trata de ganar una batalla transitoria sino de revertir los estragos de una profunda y arraigada pérdida. En este sentido, una de las noticias que dominan el escenario económico mexicano es el aumento del 20 por ciento en el salario mínimo que se realizará en 2023. Con este ajuste, el salario mínimo mexicano será de 321 dólares mensuales y superará la media de 301 dólares mensuales en los países de América Latina. En el último lustro, el aumento del salario mínimo fue constante: 16 por ciento en 2019, 20 por ciento en 2020, 15 por ciento en 2021, 22 por ciento en 2022 y 20 por ciento en 2023.

El incremento de los salarios mínimos es un paso importante para la recuperación del poder adquisitivo de una parte de la población. Se estima que 6.4 millones de trabajadores serán beneficiados en forma directa. Y aunque ciertamente no alcanzará para todos ni para revertir décadas de pobreza arraigada, el punto de inflexión es importante. Frenar el deterioro ya es un gran avance. Pero claramente falta mucho más en cuanto a mejorar salarios reales de millones de personas que trabajan en la informalidad, así como de revertir situaciones como la pobreza laboral que hoy significa que 4 de cada 10 trabajadores no gana lo suficiente para cubrir los costos de una canasta básica.

La recuperación de la economía de la gente debe darse en muchos sentidos: en los ingresos, en los empleos, en las posibilidades de crecimiento, en la educación, en el emprendimiento y en la innovación. No sólo se trata de ajustar salarios y ganarle momentáneamente a la inflación, sino de construir una economía más sólida, estable, inclusiva y previsible. Hay grandes batallas por ganar frente a la precariedad laboral, la informalidad, la falta de certezas para emprender y las desigualdades. Además de aumentar salarios mínimos hay que asegurar que la gente pueda acceder a empleos de calidad, que permitan crecer y proyectar en el tiempo, además de pagar como corresponde.

El gran reto de fondo pasa por reducir los niveles de pobreza y desigualdad. Y para eso hay que fortalecer los motores internos, la capacidad productiva y distributiva. Es una carrera de largo aliento que, seguramente, tendrá muchos altibajos. Lo interesante es que cada una de las batallas debe reflejarse en mejorías reales para la gente, más allá de ajustes e indicadores.

Por Héctor Farina Ojeda