Ocotlán, Jalisco
No cabe duda de que la pandemia de Covid-19 tendrá un impacto económico muy fuerte no sólo en términos de recesión y pérdida de empleos, sino en obligar a los actores económicos a reajustarse a las exigencias de un mundo que cambia en forma abrupta. No sólo tenemos que pensar en un escenario en el que el teletrabajo, la virtualización de las clases, el comercio vía internet y las diversas estrategias para trabajar en condiciones de crisis sanitaria sean una necesidad, sino que debemos pensar en cómo se hará un reajuste de los sistemas productivos, de los servicios y, fundamentalmente, de la preparación que necesitamos para un cambio de tamañas proporciones.
En este contexto, México enfrenta pronósticos económicos que vaticinan una contracción que podría superar el 10 por ciento, así como la pérdida de dos millones de empleos y el cierre de numerosas empresas. Y todo esto debido a que la pandemia golpeó con fuerza a una economía que ya estaba paralizada y que las principales fuentes de ingreso se encuentran en crisis: el turismo, las exportaciones, el petróleo y las remesas. Todavía estamos en contingencia sanitaria aunque en plena discusión sobre el momento en el que se reiniciarán las actividades y se comenzará a revertir la caída de la economía.
Reajustarse a las exigencias de un mundo pospandemia no será nada sencillo. Imaginen las complicaciones para reinventar el turismo y el entretenimiento: playas seguras, hoteles con medidas sanitarias que generen suficiente confianza, servicios que no pongan en riesgo la salud…Hablamos de gigantescas transformaciones en las compañías aéreas, la hotelería, el turismo, los conciertos, los partidos de fútbol y todos los deportes que generen grandes aglomeraciones. Claro, además de pensar en todas las actividades laborales y educativas que se vieron obligadas a migrar a plataformas virtuales durante la pandemia, y que posteriormente tendrán que establecer qué quedará como presencial y qué será lo virtual.
Si bien la reactivación será lenta y las propuestas para reiniciar el mundo económico son varias, la división más clara es la que se da entre las actividades que implican aglomeraciones de personas y las que no. Por ello seguro volverán primero los sectores que puedan operar bajo el menor riesgo: las industrias, el sector financiero y el comercio no esencial -con sus debidas precauciones-, y luego volverán todas las actividades que impliquen aglomeraciones, como los conciertos, el cine y el entretenimiento en general. Pero todos ellos volverán con la condición de atender medidas sanitarias, facilitar todas las operaciones digitales que sean precisas y, sobre todo, tratar de lograr un repunte en economías recesivas y con una fuerte caída del consumo.
Lo que más me preocupa del nuevo escenario es que para hacer un reajuste se deben de tener las condiciones. Y desde hace años, uno de los principales problemas para la economía mexicana es la mala calidad educativa que le impide innovar, reinventar y ajustarse a los cambios acelerados del mundo. Ahora debemos enfrentar un cambio abrupto con condiciones impensadas. La pandemia nos devolvió a una tarea que ya no se puede postergar de ninguna manera: hay que recuperar la calidad educativa para impulsar la economía.
Por Héctor Claudio Farina
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