Ocotlán, Jalisco
Los informes de las últimas semanas no son los más alentadores para la economía mexicana. Hagamos una relación de tres indicadores importantes: las inversiones, el crecimiento económico y la pobreza.
El primer dato preocupante es la caída de las inversiones productivas: el mes de mayo tuvieron una caída de 6.9 por ciento anual, lo que representa la mayor contracción en los últimos seis años, según el informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi). Mayo fue el cuarto mes consecutivo en el que cayeron las inversiones productivas. Esto quiere decir que las inversiones que van a la maquinaria y a la producción de bienes y servicios está en retroceso. Aunque, conviene aclarar que esto no pasa solo ahora sino que le ocurrió a los anteriores gobiernos en sus respectivos comienzos.
La causa por la que las inversiones no están detonando es la incertidumbre: los empresarios todavía no tienen la suficiente confianza para invertir, emprender, ampliar proyectos y contratar personal.
El segundo dato inquietante es el del crecimiento económico: los analistas consultados por Citibanamex redujeron el pronóstico de 0.9 por ciento a 0.6 por ciento en 2019, en tanto para 2020 esperan que la economía crezca 1.4 por ciento. La mayoría de los pronósticos apuntan a números similares: no habrá crecimiento mayor a uno por ciento este año y no alcanzará el dos por ciento en el año siguiente. Con estos datos ya tenemos un círculo vicioso: la economía no crece por falta de inversiones, y no hay inversiones suficientes porque la economía no crece lo suficiente.
El tercer dato tiene que ver con el fondo del problema: la pobreza en México alcanza a 52.4 millones de personas. De acuerdo al informe del Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas de Desarrollo (Coneval), en 2008 estaban en situación de pobreza 49.5 millones de mexicanos, en tanto para 2018 la cifra subió a 52.4 millones. Aunque si bien hubo un aumento en la cantidad de personas -debido al incremento de la población- en términos porcentuales hubo una reducción desde el 44.4 por ciento que se tenía en 2008 a 41.5 por ciento en 2018. Lo preocupante es que se estancó la disminución de la pobreza, es decir que las medidas, políticas y apoyos no han tenido mucho impacto.
La combinación de los tres factores nos lleva a un desafío gigantesco en un entorno adverso: impulsar políticas efectivas para disminuir la pobreza y mejorar los ingresos de las personas en un contexto en el que no hay buenas proyecciones de crecimiento económico y en el que las inversiones no están fluyendo. Hay una enorme necesidad de potenciar la generación de empleos tanto en cantidad como en calidad para que las personas tengan opciones de recibir ingresos y atender con ello sus necesidades básicas.
Pero, la mala noticia, es que el empleo no está en su mejor momento. Como señalamos la semana pasada, también hay un estancamiento en la generación de puestos de trabajo y algunas proyecciones mencionan que este año podrían crearse 450 mil nuevos empleos, cuando la necesidad real es de 1.2 millones.
Queda claro que la intención del gobierno de López Obrador es priorizar los aspectos sociales y combatir la pobreza. La pregunta es cómo se logrará recuperar la confianza de los inversionistas, recuperar los empleos de calidad y reimpulsar el crecimiento económico para tener condiciones que permitan una efectiva disminución de los niveles de pobreza.
Por Héctor Claudio Farina
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