Ocotlán, Jalisco
Cuando se piensa en el trabajo, el concepto con el que más se lo relaciona es dignidad. Trabajar para ganarse el pan de cada día, para cubrir los costos básicos, para la educación y la salud. Para vivir bien, para que la familia viva bien. Pero de un tiempo a esta parte, la situación del mercado laboral ha tenido una tendencia hacia la precariedad, la informalidad y la inestabilidad. Y con esto, de manera cada vez más frecuente nos encontramos con una aparente paradoja: la gente trabaja más pero gana menos; trabaja para generar ingresos pero a pesar de ello el dinero no alcanza.
Si pensamos que el 40 por ciento de la población mexicana se encuentra en pobreza laboral, según el último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Concejal), esto equivale a decir que cuatro de cada diez trabajadores no ganan lo suficiente para cubrir los costos de la canasta básica. Y si incluimos el dato de que los mexicanos trabajan en promedio 2,124 horas al año, lo que significa que son los que más horas dedican al trabajo dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero pese a ello tienen salarios 10 veces menores que sus pares alemanes que trabajan alrededor de 1,332 horas por año; tenemos trabajadores muy dedicados que no ganan lo suficiente y que por ello no viven en las mejores condiciones.
Detrás de un mercado con trabajadores cansados, hay un claro problema de productividad que a su vez nos lleva a problemas educativos, de formación de recursos humanos y en general de una precarización de las condiciones del trabajo. Hablamos de salarios bajos, de informalidad, de escasa inversión en la formación profesional, y de una marcada inestabilidad que se traduce en falta de proyección profesional, en trayectorias truncas y en grandes problemas no solo para el presente sino para el futuro. Con ingresos inestables e inciertos es muy complicado proyectar, emprender, arriesgarse hacia el mediano y largo plazo.
Con la pandemia no sólo se perdieron millones de empleos sino que pese a que ya se recuperaron en cantidad, también se perdió calidad. Millones de trabajadores volvieron al mercado en condiciones menos favorables que las que tenían antes de marzo de 2020. Y como si esto no fuera suficiente, la suba generalizada de los precios se ha mantenido por encima del siete por ciento, siendo la inflación más alta en los últimos 21 años. Frente a un encarecimiento del costo de vida y una precarización del trabajo, la situación de los trabajadores está lejos de ser la mejor.
Una de las grandes urgencias de la economía mexicana es recuperar la calidad de los empleos, pero para ello se requiere de una profunda transformación que pase por lo educativo, por las inversiones, por la productividad y por un poco menos de codicia de parte de los empresarios. Es tiempo de invertir en la gente, en los trabajadores, en su formación digital y en su bienestar. Por conciencia social o incluso por codicia, el trabajo merece algo mejor.
Por Héctor Farina
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