Ciudad Juárez, México.
Para Luis Hernández, un ecuatoriano que alcanzó la frontera con Estados Unidos, la deportación sería una sentencia de muerte, por lo que pide clemencia a México en momentos en que libra una batalla diplomática con Ecuador.
"Esperemos que el gobierno mexicano no nos deporte, porque en caso contrario tendríamos que ir a morir a nuestra patria", dice al borde del llanto Hernández en Ciudad Juárez, fronteriza con la estadounidense El Paso.
Dos semanas atrás, un comando policial de élite ecuatoriano irrumpió en la embajada mexicana en Quito para detener al refugiado exvicepresidente Jorge Glas, acusado de corrupción pero quien pidió asilo alegando persecución política.
Tras este asalto, inédito en el mundo, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador rompió de inmediato relaciones con Ecuador, un cambio de escenario del que son conscientes los migrantes ecuatorianos que transitan territorio mexicano hacia la frontera estadounidense.
La larga travesía por México es de por sí peligrosa, por las bandas criminales y las mismas autoridades. Ahora los ecuatorianos temen además que se les complique más tras la ruptura de relaciones.
Luis Hernández, de 40 años, es panadero, pero la violencia criminal lo empujó a dejar todo, incluyendo su esposa, sus cuatro hijos y su madre en Ecuador.
"Como nos extorsionaban nos tocó cerrar el negocio y venirnos, pero queremos entrar (ndr: a Estados Unidos) y no nos dejan", lamenta, mientras con su mano seca el llanto de sus ojos.
Traición a la patria
Organizaciones internacionales han advertido que la migración de ecuatorianos se ha multiplicado debido principalmente a la ola de criminalidad que golpea al país sudamericano.
En 2023, de acuerdo a autoridades migratorias mexicanas, fueron detenidos poco más de 70.000 ciudadanos de Ecuador que ingresaron ilegalmente, tres veces más que el año anterior.
Javier Villarreal, quien conoció a Hernández en el camino, es otro ecuatoriano sin papeles que teme vérselas con autoridades mexicanas. Mientras charlaban con la AFP, se mostraban temerosos ante la cercanía de agentes migratorios.
"Me han dicho 'cállese o diga que es de otro país'. Me va a dar tristeza decir que no soy ecuatoriano, decir que soy venezolano o colombiano es como estar traicionando en mi patria (...) para mí, mi patria es lo mejor", dice con voz entrecortada.
Villarreal, de 45 años, explica que tenía farmacias pero los "vacunadores" (extorsionadores) lo empujaron a dejar su hogar. Tiene dos hijas de 24 años y 19 años a quienes espera traer si consigue establecerse en Estados Unidos. "Ecuador ahorita está muy duro, hay mucha delincuencia", señala.
Anthony Torres, un carnicero de 25 años, asegura que todos los migrantes sin papeles enfrentan la misma suerte, ecuatorianos o no. "Nos tratan muy mal (....) nos tratan igual", dice a la AFP.
Torres es otra víctima de las bandas criminales, que le exigían cobros. En México alcanzó la frontera norte la semana pasada, pero fue detenido por agentes migratorios y trasladado a Villahermosa, en el sur del país.
"Lo primero que ellos (los agentes) hacen cuando a uno lo agarran, te quitan los documentos, el celular lo apagan porque ellos no les gusta que uno los grabe", señala.
- A la espera de cómo evoluciona la situación entre Ecuador y México, Javier Villarreal pide a las autoridades que piensen en la gente común. "Que trabajen bien para que no paguemos los platos rotos".
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