Guadalajara, Jalisco.
“El Rey es mi gallo y soy de parecer que nos pasemos al Valle de Atemajac”, gritó iracunda doña Beatriz Hernández a los conquistadores Nuño Beltrán de Guzmán y Cristóbal de Oñate el 14 de febrero de 1535. Con ese regaño nació la ciudad de Guadalajara.
La palabra ‘Guadalajara’, que en árabe significa “rio que corre entre piedras”, se eligió debido que el flaco y barbudo Nuño Beltrán de Guzmán nació en el poblado español del mismo nombre, 60 kilómetros al noreste de Madrid.
Con la espada y la escopeta, Beltrán de Guzmán había sido enviado a esta región 12 años antes de fundar la ciudad, por el mismo Hernán Cortés, para ‘pacificar’ a los indígenas caxcanes y cocas de la zona. El privilegio de elegir el nombre de la nueva ciudad en la que asentaría a su ejército de portugueses, vascos y castellanos fue el premio a su sanguinario logro.
476 años después, la escena de aquel grito está grabada en una lámina de bronce que reluce con el Sol en la Plaza de los Fundadores, atrás del teatro Degollado.
El día de hoy, de espaldas a esa lámina, las regidoras y regidores del ayuntamiento de Guadalajara posan junto al alcalde interino Enrique Ibarra Pedroza para la foto conmemorativa.
Fotografía: Cristian Rodríguez Pinto
Esta mañana, a dos cuadras de la plaza, en la entrada de la alcaldía ya se encuentra sobre un templete el mariachi municipal que interpreta las canciones de cajón para esta fecha: “El carretero”, “Guadalajara en un valle” y “México en la piel”, ésta última del famoso artista Luis Miguel.
Frente al templete, en la primera fila del público sobresale una mujer vestida toda de rojo. Trae una corona y zapatos ortopédicos. Es María del Rosario Jiménez Tejeda, reina de los adultos mayores, a quien se le enchina la piel de escuchar al mariachi.
Nacida en el barrio de Mexicaltzingo hace 69 años, dice que ser tapatía es “lo más cabrón”.
“Lo que más me gusta de Guadalajara es venir a sentarme a la plaza para escuchar la serenata. Y lo que no me gusta es tanta delincuencia”, dijo Jiménez Tejeda.
Al preguntarle cómo describe a los tapatíos, la reina de los adultos mayores dice que son amables, sinceros, bonachones y serviciales. Una descripción muy diferente a la que dan las páginas de internet sobre el ‘sanguinario’ Nuño de Guzmán.
Fotografía: Cristian Rodríguez Pinto
Mientras el mariachi alcanzaba el climax con “las mañanitas” y “Guadalajara, Guadalajara”, el alcalde interino, Enrique Ibarra, partió un picón en frente de las personas congregadas. Inició entonces el reparto de cuatro mil 500 panes y 500 litros de chocolate en leche qué empleados de la empresa Viva Catering comenzaron a preparar a las 4 am.
En la fiesta, en pleno cruce de las avenidas Hidalgo y Alcalde, un Ignacio Vallarta de bronce vigila la repartición de rosales. Cinco mil plantas de ornato que funcionarios del ayuntamiento tapatío reparten en una bolsa color naranja, como el color del partido en el poder, por supuesto.
Fotografía: Cristian Rodríguez Pinto
El mariachi deja el templete a un ballet folclórico y las filas para recoger chocolate, pan y flores no ceden. Los integrantes del Cabildo ahora recorren los portales del edificio administrativo para apreciar la exposición del fallecido historietista tapatío José Cruz, creador de la primera heroína de la historia en dicho género literario: “Adelita y los guerrilleros”.
En medio del tumulto de personas, se distinguen quienes traen una mancha oscura en la frente, es la ceniza que les acaban de colocar en Catedral metropolitana, señal de que son cristianos y se comprometen a vivir la cuaresma.
A la entrada de la Catedral, una muchacha batalla con una pizca de ceniza que le acaba de caer en los ojos. Se llama María Elena y los 18 años de su vida los ha pasado en Guadalajara.
María Elena se siente orgullosa de las creencias y tradiciones que se practican en su ciudad, aunque señala que no le gusta la pobreza que es visible afuera del templo, en la zona del centro.
Antes de retirarse, María Elena le da unas monedas a una mujer sentada en la puerta de la iglesia, quien tiene la cabeza cubierta con un rebozo de telar tinto.
La mujer en el suelo habla mixteco y pide dinero para alimentar a sus tres hijos que entran y salen del recinto. A ella también le gusta Guadalajara porque, dice, sus habitantes le dan para comer.
Al medio día, las personas que asistieron a celebrar su ciudad ya se habían llevado una taza de chocolate en leche, una pieza de pan blanco, un rosal y su cruz de ceniza en la frente.
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