Nueva York, Estados Unidos.
Entre cintas de colores y con una cruz anglicana de fondo, el funambulista francés Philippe Petit trató de tocar el cielo en el sentido más religioso de la palabra y caminó este jueves sobre una cuerda floja entre dos imponentes columnas de la Catedral San Juan el Divino en Nueva York, en el Alto Manhattan.
La sobriedad de este templo episcopaliano sirvió de telón de fondo al paseo de Petit, hoy con 74 años y que alcanzó fama mundial en agosto de 1972, cuando a sus 24 años recorrió sobre un cable tendido y sin protección alguna el espacio que separaba a las antiguas Torres Gemelas,
una hazaña inmortalizada en el documental Man on Wire.
En la caminata de hoy, llamada 'Caminos Divinos', Petit tampoco contaba con protección, aunque la distancia que lo separaba del suelo era, eso sí, mucho menos imponente que aquel día de verano: como mucho, entre él y el público había 10 metros -frente a los 400 metros que observó una vez desde la punta más alta de las Torres Gemelas- un acto prudente debido, tal vez, a su edad.
Pero Petit sigue sabiendo moverse sobre la cuerda de manera grácil y elegante, como si fuese una ligera pluma mecida por el viento,
y en su camino estuvo acompañado además por una orquesta de música clásica que mantenía a los espectadores absortos, temiendo una caída.
Petit caminaba envuelto en una estructura de 1.100 tiras de colores hecha por la artista Anne Paterson, por las que se abría paso gracias a una vara de madera que sostenía entre las manos y que le ayudaba a mantener el equilibrio: fueron cuatro paseos de una columna a otra, cada uno más rápido que el anterior, y, sobre sus zapatillas de punta -típicas de los bailarines- el artista parecía danzar en el aire.
- En cierta forma, el ambiente generado por la sobriedad y el silencio de la catedral (enfatizado por un público que no podía hacer más que aguantar la respiración durante todo el espectáculo) daba a su hazaña la apariencia de una experiencia religiosa.
Durante todo su espectáculo, el francés mantuvo su espíritu juguetón, que se manifestó especialmente en un momento en que, con actitud divertida, se sentó en el extremo de la estructura y fingió comerse una de las tiras ideadas por Patterson,
para luego sacar de su boca un sinfin de ellas, una actuación que puede verse usualmente en los circos.
No faltó tampoco la tensión, especialmente cuando Petit se arrodilló sobre la cuerda y pareció tambalearse, aunque logró levantarse sin aparente esfuerzo y llegar al otro extremo, tras lo que el público exhaló un sincero suspiro de alivio.
- Al terminar el espectáculo, el funambulista bajó de la estructura y se fundió en un abrazo con Patterson mientras los espectadores se levantaban de sus asientos y le ofrecían una cálida ovación.
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