Calidad en el servicio; amor y entusiasmo por el trabajo




Por Luz Atilano

Con el mejor de los humores y siempre con una sonrisa en el rostro, el señor Susano Gutiérrez Pérez se instala a diario en el local 135 del Mercado Francisco González León, mejor conocido como Mercado Grande, donde se dedica a la venta de pollo fresco.

El oficio de comerciante, cuenta, le vino de familia y quizá un poco por destino, pues no sólo su padre y hermanos lo indujeron en el ramo; sino que, como dato anecdotario que comparte, el año de su nacimiento, 1963, fue el mismo en el que el Mercado comenzó sus funciones. Allí se inició desde muy joven y aunque luego decidió jugar suerte en el campo y en otros sitios de la República Mexicana, volvió a su primera ocupación desde hace algunos años:

«Yo inicié aquí como a la edad de unos 14 años. Duré primeramente 8 o 10 años, alrededor, luego dejé, me fui a trabajar con mi papá a vender cereales… o sea en otro puesto aquí y ahí duré hasta que me casé, que fue en el 96, de ahí me fui al rancho a trabajar, como a mí me gusta el rancho, allá duré 17 años trabajando el rancho. Después de ese tiempo volví a regresar aquí a Lagos, hace 5 años que regresé y al Mercado, tengo tres años y medio, otra vez inicié con lo de anteriormente, que fue (como) pollero».

En la actualidad se provee del pollo ya listo para su venta, pues aunque inicialmente cumplía él mismo con todo el proceso –desde críalo, engordarlo, matarlo y pelarlo–, el paso de los años fue implicando un trabajo cada vez más pesado y cansado. No obstante, asegura y así se lo hace saber sus clientes más frecuentes, el pollo que él comercia es de la mejor calidad. Por algo lo siguen, cuenta, principalmente porque se trata de pollo fresco y siempre del día.

«Aquí la gente está acostumbrada a comer pollo, lo que es así fresco, recién matado, no congelado, no frío… Bueno, congelado yo lo puedo congelar ahorita pero no les gusta así, no sabe igual. Ahora otra cosa, cuando yo llego en las mañanas, a mí me gusta mucho lavar mi pollo, yo le doy otra presentación, o sea que yo trato de quitarle lo más posible de sangre, ¿para qué?, para que cuando tú tengas un cocimiento del pollo te llegue el olor a pollo, no a sangre. O sea, hay que tener la limpieza más absoluta en el pollo, porque ahorita como en el tiempo de calor, ahorita en la canícula, se apesta…», explica.

A pesar de las levantadas temprano y de las horas que de lunes a domingo debe pasar en su mostrador, de 7 de la mañana hasta aproximadamente las 4 de la tarde, el señor Susano le guarda mucho amor a su trabajo. Dice, disfruta cada momento y para nada le parece que el tiempo transcurra lento.

«Aquí la terapia más que nada es estar platicando con la gente, que te platiquen… les platicas… te preguntan, contestas… preguntan, te contestan. Es una terapia muy bonita porque te relacionas con todo tipo de personas, con todo tipo de caracteres. Aquí la vida del comerciante es una vida muy bonita. Bueno, el que la sabe llevar porque hay muchos que no, que traen su carota, ¿no? Entonces, aquí para saber llevar y hacerse un buen comerciante más que nada es la terapia con las personas… y que diario estés con una sonrisa en tu cara, que el cliente te vea a ti siempre contento, porque tú con una sonrisa le sacas una sonrisa al cliente, entonces yo digo… para mí es una satisfacción que mi cliente se vaya contento, se vaya riendo y así. A veces digo babosada y media y así pero es parte de la terapia. Y te digo, ese es un día normal como todos los días, a mí nunca me vas a ver enojado, siempre trato de ser lo mejor, amable, día a día. Como a mí me gusta mucho este trabajo, lo hago con mucho amor, con mucho entusiasmo».

A sus 55 años, los mismos que tiene el mercado, esta es la forma en que se gana la vida. Incentivando también a la población para que dé continuidad a esa costumbre de consumir productos locales; pues también es consciente de los beneficios que esto implica para la economía y, sobre todo, para el bolsillo y la salud de los consumidores.