Aún están frescas las cicatrices del momento más violento del bastión del Chapo
Fotografía: Rashide Frias - AFP




Culiacán, Sinaloa.

Marcas de ráfagas de balas y cúmulos de vidrios destrozados aún se observan en el barrio de Tres Ríos, Culiacán, epicentro del episodio más violento ocurrido en el bastión del cártel de Sinaloa, tras la fallida captura hace una semana de un hijo de Joaquín "Chapo" Guzmán.

Era la hora del almuerzo del 17 de octubre cuando el cártel comenzó la toma de las calles de Culiacán, capital del estado de Sinaloa, en un ataque que dejó 13 muertos, entre ellos cuatro personas que quedaron atrapadas en el fuego cruzado de sicarios y uniformados. Dos eran trabajadores de una carpintería.

Establecimientos comerciales, casas y hasta guarderías se convirtieron en refugios espontáneos.

"Me quedé encerrada en la panadería, no me pude ir a casa y aquí había dos clientas", narra a la AFP Ana Bertha Félix, de 57 años, en el negocio que dirige en el centro de Culiacán.

Los sicarios bloquearon 19 puntos viales, paralizando los accesos carreteros de la ciudad y provocando el cierre de comercios.

El cártel reaccionaba así al operativo ejecutado por una cuadrilla de 35 miembros de la Guardia Nacional que había ubicado en una casa de Tres Ríos a Ovidio Guzmán, uno de los hijos del "Chapo", el famoso capo mexicano condenado a cadena perpetua en Estados Unidos.

Sin embargo, al verse rebasados por los criminales, las fuerzas de seguridad lo dejaron libre.

Autoridades y sicarios tuvieron 14 enfrentamientos esa tarde, en la que el cártel de Sinaloa también liberó a 55 reos del penal de Culiacán.

Tanto expertos como residentes de larga data hablan ahora de una nueva etapa en la violencia del narcotráfico, porque los civiles no habían sido blancos de los cárteles.

"Esto no lo habíamos visto jamás. Se alcanzaron niveles muy elevados, porque por primera vez el cártel de Sinaloa atacó a los ciudadanos que siempre presumía cuidar", explicó el investigador Tomás Guevara, coordinador del Observatorio de la Violencia en Sinaloa.

La magnitud del evento sorprendió incluso a policías locales.

"Nosotros pensamos en salvar gente, nos enfocamos en ellos, en sacarlos, los metíamos a negocios y a las tiendas, y los encargados aceptaban eso, nos ayudaban", dijo Erasmo Medina, de 51 años, policía municipal de Culiacán desde hace 23 años.

"No sabíamos qué estaba pasando, porque a nosotros no nos dijeron qué pasaba", añade aún con frustración.

- Normalidad perturbada -

Culiacán Fotografía: Alfredo Estrella - AFP

A los cuatro días de la refriega, los juegos de fútbol y béisbol se reactivaron, los comercios abrieron sus cortinas y las escuelas volvieron a tener niños estudiando en sus salones de clase. Pero el shock permanece en las calles de Sinaloa.

"No se puede convivir aquí, se puede soportar, que es diferente, porque no tenemos otra opción. Es como este calor que tenemos aquí, lo tenemos que soportar y esta bola de violencia la estamos soportando. Pero no es justo para nosotros", dijo José Luis, de 45 años y cocinero en el sector de Tres Ríos.

Buscando restaurar la tranquilidad de la población, el gobierno ha desplegado 400 militares para reforzar la seguridad en Culiacán.

Carlos Ramón Carrillo del Villar, comandante de la Tercera Región Militar, dice que se trata de una "estrategia de protección ciudadana".

"Esta estrategia tiene como objetivo crear las condiciones de seguridad y paz para la población y que esta sociedad desarrolle sus actividades cotidianas de manera normal", dijo.

- Estrés postraumático -

Cualiacán Fotografía: AFP

Sin embargo, un colectivo ciudadano que se autodenomina #CuliacánValiente se pronunció en contra de la militarización.

"Ahora más que nunca necesitamos reunirnos a través de una óptica unificadora y reconciliadora", indicó a través de una carta pública.

Esa óptica, explicaron, consiste en brindar atención inmediata a personas que muestran síntomas de estrés postraumático tras el ataque de los grupos criminales.

El colectivo promueve también una marcha por el mismo sector donde ocurrieron las balaceras y bloqueos, como un acto simbólico de rechazo a la violencia de la semana pasada.

La movilización se planea para el 27 de octubre, 10 días después de que Culiacán se paralizara. La idea es hacer una marcha, pintar murales y ofrecer un concierto con artistas de la ciudad.