Víctimas de los atentados de Cataluña: un año de vida, un año de trauma




Barcelona, España.

Para Rubén Guiñazu, de 55 años, este sábado será como su primer cumpleaños, tras haber sobrevivido a un cuchillazo en el doble atentado en Cataluña de 2017. Ana Cortés no sufrió heridas, pero el horror de lo vivido la persigue un año después.

"El sábado cumpliré un año de vida", asegura Rubén. La afirmación es sorprendente para este cincuentón de pelo canoso y arreglada barba si no fuera porque la noche del 17 al 18 de agosto le clavaron un cuchillo en la cara en la localidad costera de Cambrils (noreste de España).

Unas horas antes, 120 km al noreste, una furgoneta pasó justo por el lado de Ana Cortés antes de abalanzarse contra la multitud que paseaba esa tarde de agosto por las turísticas Ramblas de Barcelona, dejando a su paso un reguero de sangre.

"Vi la furgoneta pasarme a medio metro y desde allí ya vi todo, todo lo que hizo... La gente volaba como si fueran muñecos rotos, me quedé paralizada, había mucha gente sangrando, en el suelo", recuerda Cortés, cuyas palabras se entrecortan por la emoción.

Las vidas de ambos han quedado marcadas por ese doble atentado reivindicado por la organización yihadista Estado Islámico (EI) que segó la vida de 16 personas e hirió a más de un centenar.

Un año después, el recuerdo de Rubén sigue vívido.

Junto a su pareja Núria Figueras, estaban disfrutando de sus vacaciones en Cambrils, a orillas del Mediterráneo.

Acababan de salir de un local con música en directo cuando el coche con cinco de los yihadistas chocó contra un control policial y estos abandonaron el vehículo con cuchillos y un hacha para atacar a quienes, como Rubén, se encontraran a su paso.

"No recuerdo nada del agresor, solamente vi que me apuñaló. Me dejó el cuchillo atrapado en la cara, me entró 15 centímetros. Me cortó amígdalas, carótidas, cuerdas vocales, la lengua...", recuerda.

"Me saqué el cuchillo de la cara y me empezó a sangrar muchísimo, me costaba respirar. Sinceramente, pensaba que me moría", continúa.

No murió: los rápidos auxilios de otros transeúntes que le frenaron la hemorragia y una intervención quirúrgica de seis horas lo mantuvieron en vida.

Ahora, una larga cicatriz en la mejilla derecha recuerda lo vivido. Ha recuperado la voz pero tiene el labio superior algo caído, no puede cerrar completamente el párpado derecho y ha perdido el sentido del gusto.

Pero "he vuelto a nacer y aquí estamos", dice con optimismo.

- "Sigo corriendo" -

En el caso de Ana Cortés, sus heridas no son visibles pero todavía escuecen.

Hace un año que no pisa las Ramblas, el paseo donde esperaba esa tarde a una amiga con quien había quedado. La furgoneta le pasó a escasos centímetros antes de proseguir paseo abajo arrollando a decenas de personas.

La policía desalojó la zona y ella se escondió en el metro pero, ante los rumores de una posible bomba, tuvo que abandonar la estación.

"Salimos corriendo y hasta hoy sigo corriendo", explica.

"Todavía veo imágenes, ataques de ansiedad, voy por la calle mirando a todos lados, si veo gente corriendo o gritando me dan ataques de ansiedad...".

"La gente me dice una cosa que yo sé muy bien: +has tenido mucha suerte, tienes que tirar adelante, tú no tienes nada+", explica. "Pero sí que tengo, tengo heridas internas, que no se ven pero cuesta mucho curar".