Ciudad de México, México.
Paredes despedazadas o totalmente desprendidas dejaron expuesto el interior de un edificio de departamentos en un céntrico barrio de la capital mexicana tras el violento terremoto de hace 10 días, exhibiendo los espacios íntimos de sus habitantes como si fuera una trágica casa de muñecas.
La potencia del sismo, que mató al menos a 355 personas, también quebró vidrios y dejó regados trozos de lo que fueron balcones y escaleras.
Las historias de los vecinos del edificio van desde el frustrado proyecto del hogar soñado hasta el adiós a cuatro décadas de vida familiar que, pese a la desolación, deben continuar.
"Es la primera vez que entro al edificio desde que pasó", confiesa con pasmo Olivia Domínguez, antropóloga de 46 años.
Junto a su esposo Oscar Clorio compraron hace dos años este departamento construido en la década de 1970. Lo refaccionaron a su medida, invirtiendo en todo ello 2,15 millones de pesos (118.000 dólares).
Cambiaron ventanas, pisos, baños y cocina. El 1 de octubre era la fecha para dejar su actual espacio rentado y ocupar su nueva casa.
"Estoy viendo el departamento aquí desde fuera, sin paredes y pues estoy impresionada", dice Olivia, aguantando el llanto.
El complejo, en la colonia Narvarte, es uno de 1.300 catalogados por la alcaldía en nivel amarillo, que supone daño significativo no estructural y que pueden ser habitables durante su reparación. Pocos pretenden hacer tal cosa.
La pareja no cuenta con seguro ni ahorros para reponer los daños y aún paga por la remodelación. Resignados, han decidido conservarlo y reconstruirlo.
"Aquí en México para tener algo es casi imposible, muy complicado", dice Oscar sobre el esfuerzo que supuso comprar una casa propia. "Estamos destrozados, la verdad es que no hay consuelo", agrega.
Otro vecino, Víctor Vázquez, 68 años, observa la tragedia desde el otro extremo.
El departamento 501 albergó a su familia desde 1979. A esa casa llegaron sus dos hijas recién nacidas, las mismas que hoy afrontan buena parte de la tragedia ya que él y su esposa son jubilados.
"Ver esto es sufrir", dice Víctor mirando el inmueble. Tras el sismo debió mudarse a casa de su concuñado, una situación que lo abochorna. "Invadir el espacio de alguien es tremendo", agrega.
Dice que su pensión no alcanza para cubrir el alquiler de un departamento en la zona, que calcula en 10.000 pesos mensuales (550 dólares).
Desde el patio interior del complejo, donde vivían 105 familias, la tragedia está a la vista.
En un cuarto piso, se ve una despensa con platos, tazas y utensilios. En la planta baja, peluches del ratón Mickey y otros animales siguen sentados en lo alto del estante de la recámara de algún niño. Todos están desamparados.