Bagdad, Irak
Los iraquíes mandaron el sábado un mensaje a su clase política al desdeñar en gran medida las urnas y al dar, según las primeras indicaciones, muchos votos a las listas antisistema, en las primeras elecciones legislativas tras la victoria sobre el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
Según la Comisión electoral, se registró una participación del 44,52%, el peor porcentaje desde la instauración de elecciones multipartidistas en 2005, tras la caída de la dictadura de Sadam Husein.
Quienes sí votaron mostraron su voluntad de "cambio", de ver "nuevas caras" en una clase política a la que muchos califican de corrupta.
A la espera de que se publiquen los primeros resultados -no antes del martes-, la lista del primer ministro, Haider al Abadi, apoyada por Occidente, encabezaba la votación, según una fuente del ministerio del Interior.
En segundo lugar estaba la lista de los excombatientes de Hashd al Shaabi, un movimiento paramilitar clave en la derrota del EI, del que muchos miembros mantienen vínculos estrechos con Irán. Su estrategia electoral consistió en gran medida en recordar que arriesgaron la vida por salvar el país, mientras la clase política llevaba a Irak al 12º lugar en la clasificación de los países más corruptos del mundo.
Tras ellos llegaba la alianza inédita entre el líder religioso chiita Moqtada Sadr y los comunistas, que cada semana desde mediados de 2015 se manifiestan contra la corrupción y el nepotismo.
- Promesas defraudadas -
La abstención fue importante, independientemente de la confesión de los votantes, a diferencia de los anteriores comicios en los que los chiitas solían votar de forma masiva para asentar su influencia mientras los sunitas se abstenían, descontentos de haber perdido el poder y amenazados por grupos yihadistas.
"La fuerte abstención se debe a que las políticas llevadas a cabo desde hace 15 años ya no convencen a los electores", asegura el politólogo Amir al Saadi.
En la mayoría del país, y especialmente en Bagdad, donde la participación apenas alcanzó el 32%, según fuentes de la Comisión electoral, "los iraquíes tenían la sensación de que la suerte estaba echada, las elecciones estaban decididas de antemano", afirma Karim Bitar, director de investigaciones en el Instituto francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).
La abstención fue sin embargo menor entre los kurdos y en Mosul, la gran ciudad del norte que fue el principal bastión del EI en Irak.
La participación de los kurdos, que fueron expulsados de las zonas en disputa con Bagdad y siguen pagando las consecuencias negativas de su referéndum de independencia, fue de entre siete y nueve puntos superior a la nacional.
Y en Mosul, los habitantes de la ciudad devastada decidieron dejar atrás la etapa del EI y acudieron en gran número a las urnas sin temor, por primera vez desde 2003, a los atentados suicidas o a las represalias de los yihadistas.
- Potencias extranjeras -
Muchos iraquíes dicen no creer en el escrutinio proporcional complejo que lleva al gobierno una coalición heterogénea y reparte los principales cargos del Estado entre miembros de distintas comunidades.
Para esos electores, en un país donde el sistema político se ha diseñado para impedir la dominación de un solo partido, el gobierno de Bagdad no actúa de forma independiente y está sometido a la voluntad de Estados Unidos e Irán.
En un momento en que las relaciones entre Washington y Teherán están especialmente tensas tras la retirada estadounidense del acuerdo nuclear con Irán, las negociaciones para formar un gobierno en Irak podrían ser largas y dar resultados sorprendentes.
En 2014, estadounidenses e iraníes dieron su acuerdo tácito al nombramiento de Abadi, apartando a su rival en el seno del partido Daawa, Nuri al Maliki, que intenta recuperar el poder.
En cada acontecimiento político, "las potencias regionales, entre ellas Arabia Saudita e Irán intervienen abierta o subrepticiamente para consolidar su influencia", recuerda Bitar.