Una vida entregada al calzado




Desde hace alrededor de 70 años, el señor Rubén Ramos repara y devuelve su función a los zapatos.

Por Luz Atilano

“Yo soy Rubén Ramos Cortés y me dedico a la reparación de calzado.”

Por la calle Encino de la colonia Lomas del Valle, se encuentra el taller y local de reparación de calzado del señor Rubén Ramos Cortés, quien gustoso sostiene un oficio que quizá para muchos ha sido olvidado.

Cuenta que desde muy joven, todavía niño, eligió este ramo no sólo porque era la misma ocupación de su padre, también porque la situación económica no le permitió estudiar. Comenzó trabajando en la fábrica de calzado para niño de Ignacio Agüera; y comenta, como en Lagos el trabajo era escaso, después tuvo que moverse por ciudades como México, León y Guadalajara. Hasta que decidió volver e intentarlo por su cuenta, cuando inició su negocio, al principio sin mucho éxito.

“Entonces yo tenía una tía que yo le decía mamá y tenía su casa ahí al otro lado de la farmacia y ahí me puse yo a querer, a ver si me caía trabajo de remiendo… y pues duré como dos meses pero no… no caía. Ya le había sacado bolas a los zapatos de ella, todos los que tenía y bueno, después empezó poquito a poco a haber y no, ya después ya no me daba abasto, después ya no me daba abasto. Y luego ya después de ahí me cambié y me fui y renté un local ahí por la 5 de mayo, en López Cotilla y allí duré 10 años trabajando en esto del remiendo. La reparación sí ya fue por mi cuenta… Ya de ahí me vine para acá para Lomas y aquí me tiene todavía haciendo la lucha.”

Don Rubén Ramos realiza todo tipo de servicios al calzando, desde pintura, colocación de tapas, hasta hormados y parches. Lo que necesite el zapato, señala, para devolver a cada zapato su función y permitir que el cliente conserve y continúe utilizando el calzado del que por la comodidad y el cariño que le ha tomado, nunca quiere deshacerse.

“Así había un rico de ahí del centro cuando estaba ahí en la 5 de mayo. Llegaba y decía ‘mira, me da vergüenza venir… ¿sabes por qué?, porque mira las chanclas… pero ando tan a gusto, que no… con los nuevos es un sacrificio que hago hasta que… ¿me los puedes arreglar?’, déjame ver si hay chance, si se puede… y ya le decía yo ‘le voy a hacer esto y esto’ y él ‘no le hace, tú hazle lo que se necesite y tú me cobras…’ No y pues sí… y ya se murió, pues ya se me acabó el cliente.”

Comparte, además de ser, desde siempre, su sustento económico, se trata de una labor que disfruta y es por eso que siempre procura hacer un buen trabajo, lo mejor que él pueda y sepa para que las personas vuelvan a solicitar su servicio. Y sin duda, lo que permite que vuelvan incluso cuando para algún reparo se eleva el precio porque requiere de mayor dedicación. Aunque cuenta, desafortunadamente en la actualidad el trabajo ha ido disminuyendo.

“La calidad ha ido disminuyendo, o sea que ya ahora los zapatos que hacen los hacen tipo desechables, que a veces no puede ni uno arreglar unas tapas porque el tacón está bofo. Entonces es donde hay que meterle a veces palo a fin de que se sostenga la tapa y pues le busca uno para sacar para comer, como luego dijo San Pablo: ‘el que no trabaja que no coma’, así que mientras que podamos hay que hacerle la lucha… hasta ahorita todavía aquí estoy mientras Dios me dé licencia de poder y de vida que me dé.”

A sus casi 78 años, don Rubén continúa al pie del cañón. Abriendo su local todos los días, desde las 10 y media de la mañana, cuando vuelve del mercado, hasta las 7 de la noche; respondiendo, aunque sea en domingo, ante cualquier petición de reparación de zapatos.