La maestra Angelita y su arte de enseñar




Por Tatiana Sánchez

En el centro de la ciudad, a escasas dos cuadras del templo de La Merced, por la calle Mariano Azuela, se encuentra la casa de la maestra María de los Ángeles Santos Santos, o Angelita (conocida erróneamente, según sus palabras, como la maestra de los burritos), quien a lo largo de más de 63 años se ha dedicado a la enseñanza de más de cinco mil niños y niñas que han marcado su vida.

Hija de Agripina Santos, maestra desempleada originaria del estado de Chihuahua, en su juventud comenzó trabajando como secretaria en una fábrica de zapatos, empleo que debió abandonar luego de dos años por motivos personales para así ponerse, junto con su madre, a elaborar tortillas que vendían en fondas y restaurantes. Ello, hasta que un día el destino quiso que su oficio fuera la docencia:

Yo no estudié para ser maestra, mi profesión es secretaria, trabajé en un taller de zapatería que había por la calle Hidalgo dando vuelta la Luis Moreno. (Luego comenzamos) a echar tortillas y vendíamos en los restaurantes y hoteles, y comenzamos rentando en la casa en la que siempre han enseñado. […] Un día estábamos haciendo tortillas y un día vino una señora con un niño, él nos cayó de por sí en 1955, vino y dijo ´vengo de todas las escuelas y no pude colocar a mi hijo en ninguna´… mi primer alumno se llamaba Julio Martínez, ¡válgame Dios!... ´He andado en todas las escuelas y no lo quieren en ningún lado, que porque ya está el cupo lleno, tengo batallando tres años con él y no lo he podido

Maestra Angelita

meterlo ni a primero, no sabe ni la O por lo redondo’, y dijo mi mamá ´tráigaselo, aquí que se lo enseñe esta criatura´. ‘¿Cuánto me van a cobrar?’ le dijo a mi mamá, ´le cobramos 3 pesos al mes´…., Entonces empezamos el año con un alumno… 1955, y acabamos el año con 16 alumnos”.

Así, la maestra Angelita comenzó con el arte de enseñar en su sala, acondicionada como salón de clases, por la que con el transcurso de los años, pasarían más de cinco mil niños y niñas laguenses que por diversos motivos acudían a regularizarse a la conocida como escuela de los “burritos”:

“Y entonces con ese alumno empezamos a dar las clases, yo le dije a mi mamá ´Bueno, pero ¿qué le voy a enseñar a esa criatura?´, dijo ‘yo te enseño’, me dijo ´Mira, primero como no sabe las letras, no sabe nada, tienes que empezar con las vocales y luego las consonantes y luego las silabas directas y luego palabras chiquitas’. Así vi que no era tan difícil enseñar y así cumplía con el deber de Dios nuestro señor que dice ‘enseña al que no sabe’… lo malo que yo cobraba, todos aprendieron a leer, a escribir, a contar, a hacer las tablas, pasaban a segundo, a tercero… y decían ‘si vienen de con la maestra Angelita sí los recibimos con los brazos abiertos porque saben muy bien las tablas, saben leer…’, hasta eso tuve muy buena aceptación”.

Fueron 50 años los que trabajó con grandes grupos… sin descanso, de lunes a viernes en dos horarios. Sin embargo, a partir del  2008 la demanda de alumnos fue bajando, al grado de que en la actualidad cuenta con tan sólo 2 o 3 alumnos por turno. Algo que desde luego la entristece, pero comparte, no se desalienta… y asegura que así sea un solo alumno al que tenga que ayudar, seguirá enseñando con el mismo compromiso.

“Me siento muy contenta que hasta me recomiendan, dicen ‘la maestra Angelita, ella sí enseña’, yo siento mucho gusto, a veces los muchachos vienen y dicen ‘maestra ¿cómo ha estado?’, hacen algún festejo y luego me traen comida. Significa para mí un don de Dios, mi mamá me enseñó todo. Como duré 50 años dando clases, me encariñé mucho con los niños y enseñar al que no sabe, por eso le digo que no sé si sea más fácil dar a luz a un hijo o darle la luz a muchos más”.

En la actualidad la maestra Angelita sale adelante gracias al apoyo que le brindan sus ex alumnos, aquellos niños a quienes logró enseñar, inspirar y convencer de que todo lo que se propusieran en la vida lo podrían lograr.