Ezequiel Hernández Lugo, cronista reconocido a nivel nacional

Por Gabriela León

Con ascendencia tlaxcalteca, se fundaron los dos más antiguos poblados indígenas de Lagos de Moreno: San Miguel de Buenavista y San Juan Bautista de la Laguna, que se asentaron en las tierras más ricas del siglo XVII para la agricultura local, la experiencia y riqueza en el cultivo de verduras y legumbres; llamó la atención de los españoles para fundar en sus cercanías la llamada Villa de Santa María de los Lagos.

El reconocido cronista Ezequiel Hernández Lugo destaca esto sobre la arraigada tradición laguense en épocas cuaresmales, pues la unión de las clases altas y evangelistas, promovidas por dos de las principales hermandades, la de la Virgen de la Soledad y el Señor del Descendimiento, en conjunto con la mano indígena de los mencionados pueblos originarios, fue el sustento principal para nutrir a los habitantes de esta ciudad.

“La Villa de Santa María de los Lagos, que era como se llamaba, fue después de Guadalajara, la población de Nueva Galicia que más hermandades tenía. En la cuaresma, todos los viernes, sobre todo promovido por las doce hermandades, pero sobre todo por las de la Virgen de la Soledad en todas las familias, fueron las promotoras de estas costumbres. ¿Quiénes participaban en estas hermandades? La principal sociedad de Lagos y todas sus gentes y ellos las imponían en todos sus trabajadores y empleados”.

Al ser esta región, unas de las principales productoras de ganado desde esos remotos tiempos, era un sacrificio importante el dejar de comer carne un viernes, además que a pesar de las condiciones semiáridas a las que se enfrenta hoy en día, el pescado abundaba en los lagos de la villa.

“Entonces ellos fueron los impulsores de las comidas a base de los vegetales que traían de por allá, cabe señalar también que en la laguna había mucho pescado y de ahí sacaban, entonces los viernes pescado y verduras y aparte los españoles también lo que trajeron para colonizar y para acriollar: el trigo. Había mucho trigo. [...] Hicieron estas comidas, ¿por qué? porque el Señor Cura prohibía el que se consumiera carne roja, carne de res, de cerdo, de pollo… Todo lo que había en granjería estaba prohibido”.

Las verdolagas, los quelites, los nopales, el camarón seco (que venía de fuera), el pescado bagre (traído de la ahora seca Laguna de Pechititan), la capirotada, la miel de maguey, las torrejas, el aguamiel, el pulque, el queso de tuna y el vino de mezquite, eran los platillos principales en la gastronomía cuaresmal de la región; todos una fusión mestiza que persiste a pesar de haber sufrido cambios; sin embargo, no sólo los platillos se han comercializado y por ende, perdido esenciales características. Para el experto de la historia local, la mayoría de los festejos religiosos se sintetizaron en una sola madeja evangelista:

“El Señor del Descendimiento, que era también de los titulares de Semana Santa, son costumbres que se van perdiendo, primer lugar por falta de información, segundo lugar también la iglesia es culpable, yo la considero como culpable, porque como han cambiado todos los cánones evangélicos y todo, quieren que todo sea de todo y ya quitaron muchas de estas cosas que le hacían a estos señores teatrales, pero entonces los vivían como algo espiritual para ellos”.