Una tradición sagrada, heredada por generaciones




Por Luz Atilano

Como cada año, dieron inicio las fiestas del Pueblo de Moya. Celebración que del 28 de noviembre al 8 de diciembre se realiza en alabanza a la virgen de la inmaculada concepción de Moya, imagen traída desde España por los primeros evangelizadores franciscanos por allá del año 1666.

Desde luego, una fiesta que aunque ahora se acompaña de nuevos elementos como juegos mecánicos, puestos de comida y eventos musicales a grande escala, responde a una tradición de largo aliento y es para los habitantes del pueblo algo sagrado, especialmente para los son integrantes de alguna de las nueve hermandades, como lo comparten los señores Epifanio Olvera Alonso y Rubén Torres Olvera, de la hermandad de los Ángeles, que cada año inicia el festejo:

Sr. Epifanio: «Lo que más importa es la fe que tiene uno. Vamos, yo en mi caso pues ya soy mayor pero esto ya lo trae uno desde niño en la sangre. Ahora sí que no se nos hace dolor el colaborar en lo que nos toque. A lo mejor, y se respeta, puede haber gente que lo ve mal por el gasto que se hace pero pues nosotros lo hacemos con gusto… es más, estamos el día de ayer y hoy en la mañana… anda uno muy alegre, con gusto porque es la fiesta y para nosotros la fiesta grande. Y como digo, desde niños hemos venido siguiendo paso a paso y para nadie, de todos los que colaboramos, toda la gente es de voluntad, a nadie se le fuerza a nada, todos aportan poquito, otros más, otros más y ahora sí que la fiesta la hacemos todos».

Sr. Rubén: «Es una cosa que nos transmitieron y también nosotros queremos transmitir a las demás generaciones, como yo a mis hijos y mis hijos a sus hijos y así. Pues mi abuelo, de los que nos acordamos, fue de los compañeros grandes, de las cabezas principales y pues a mí en lo particular me da mucho gusto este día y pues no nos puede, como él dice, y antes pues si pudiéramos hasta más y más. Que no se nos acabara nuestro día, estamos deseosos de que empiece y “chin, ya se nos va a acabar”, pero pues así estamos gustosos».

En esta celebración se ven reunidas su devoción y su fe a la virgen, a quien aseguran  agradecen por todo lo ofrecido durante el año. Tanto así que ésta constituye sus ahorros de los 365 días, una inversión que ven materializada en el más de día y medio destinado a su hermandad.

La tradición de las Fiestas del Pueblo de Moya marca la división de las nueve hermandades en los once días de la fiesta. Cada una entra a las 12 del día y ofrece la cera (antes ofrenda y necesaria para iluminar el templo), además de ofrendas como flores y fruta. Ofrecen a toda persona (originalmente habitantes del pueblo que por algún motivo se mudaban a otros lugares), agua fresca y comida. Y a las siete de la noche del siguiente día, aun cuando otra hermandad inicie sus ofrendas al medio día, la primera entrega, en medio de una ceremonia de oración que tiene como objetivo su compromiso a continuar aportando de algún modo para el siguiente año, momento conocido como “las canelitas”, debido a que se ofrece canela, café, atole, entre otras cosas.

En su primer día de fiesta, la hermandad de los Ángeles acompañó el rito y su peregrinación con danzas de indios, mariachis, bandas de guerra y un carro alegórico. Finalizando el día con la verbena popular, música en vivo y la quema de su castillo pirotécnico.