El Centro Pompidou muestra los bastidores de los frescos que pintó Chagall en la Ópera Garnier de París
EFE/EPA/IAN LANGSDON




París, Francia.

Marc Chagall pintó en 1962 la cúpula de la Ópera Garnier de París escuchando a Mozart y no ganó un céntimo por ese colosal trabajo. Una nueva exposición presentada en el Centro Pompidou sobre el artista franco-ruso desvela los bastidores de esa magna obra gracias a una reciente donación de sus dos nietas.

Aunque "Chagall à l'oeuvre, Dessins, céramiques et Sculptures (1945-1970)" abarca otros temas y episodios de la vida del artista, el "making-of" de los frescos de la Ópera Garnier tienen un papel preponderante.

Una buena parte del centenar de bocetos y maquetas exhibidos desde este miércoles hasta febrero de 2024 describen la concepción de estos icónicos frescos, y ofrecen al espectador una reflexión acerca del proceso de su creación artística.

"Cuando pinta la cúpula de la Ópera, sabemos que escuchaba música y él mismo dice que escuchó a Mozart durante todo ese trabajo", explica Anne Montfort, una de las comisarias de la muestra.

Melómano y violinista, Chagall (1887-1985) necesitaba la música para poder crear.

  • "Concibía su trabajo en términos de ritmo musical, veía en los colores sonidos", afirma Montfort, mientras se refiere a la serie de croquis y bocetos en los que el artista primero juega con los colores, antes de pasar a la elección de las figuras.

Una elección condicionada -según la comisaria- por las marcas que le dejó su cultura judía y sus orígenes rusos (reflejados, por ejemplo, en las formas de las muñecas katchinas).

En el caso de los frescos de la Ópera Garnier, la exposición deja patente el revuelo social que provocó el entonces ministro de Cultura, el escritor e intelectual André Malraux, al encargar los frescos de un edificio decimonónico a un pintor moderno.