Violencia contra mujeres: un grito sin eco en Jalisco | Parte 4



Guadalajara, Jalisco.

Parte IV: El agresor acecha…

“El día 12 de mayo, bajando del transporte público un masculino me agredió, me dio tres puñaladas por la espalda y una en el brazo. El masculino huyó, no lo agarraron. Yo a partir de ese momento me levantó de ahí una ambulancia de Cruz Verde de Tlajomulco, de Santa Fe. Me perforó pulmón, intestino, bazo… fueron los órganos que me afectaron”.

Previo al intento de feminicidio en contra de Irma, que transgredió toda su vida, hubo acoso sexual y tocamientos por parte de un desconocido que viajaba en la misma unidad del transporte público en la que iba a su casa. Harta de la situación, ella respondió con dos golpes en contra del agresor.

Al bajarse del transporte público, él la siguió, ella corrió a refugiarse a una farmacia cercana y cuando estaba por entrar sintió tres golpes muy fuertes en la espalda. Cayó a la entrada de este establecimiento y el agresor escapó.

Fue el personal de la farmacia quien la auxilió y le pidió que no se moviera, pues se desangraba por varias puñaladas. Todo quedó registrado en la denuncia del 19 de mayo pasado, bajo el número de carpeta de investigación 35290/2022 e interpuesta en el Centro de Justicia para las Mujeres (CJM).

“De ahí me trasladaron al Hospital Civil Viejo. Entré directo a cirugía. Fue una cirugía muy grande, fue una cirugía de aproximadamente seis horas y media. Ahí estuve internada, salí aproximadamente a los seis días del Hospital Civil. Ahí tuve custodia por parte de Fiscalía”.

Sus días internada y convaleciente en el Hospital Civil eran apenas el comienzo de un camino largo y tortuoso para encontrar justicia. Se sumó a las 34 mujeres que acuden diario a los Centros de Justicia a denunciar violencia de género, y de las cuales sólo 0.3 % logra que su agresor sea detenido y sentenciado.

Fue dada de alta un miércoles a las 8 de la noche. Sin tomar en cuenta su estado de salud, fue citada al Centro de Justicia al día siguiente a las 8 de la mañana para dar su declaración de manera presencial.

“Llegamos aproximadamente a las 9 de la mañana y sí: la Ministerio Público nos dice: ‘le dije que a las ocho’, y mi hija le dice: ‘es que yo tengo tres niñas, las tuve que ir a dejar encargadas y posteriormente a eso, pues venir en taxi, salir hasta una avenida a pedir un taxi y traer a mi mamá’. Se molesta el Ministerio Público y nos dice que tenía un horario y que a ver a qué hora nos podía atender”.

El intento de feminicidio trastocó todos los ámbitos de su vida, también la de su familia. Ese día le otorgaron un botón de pánico, con el que se siente siempre vigilada e incómoda. Ya no pudo volver a su casa porque las cámaras de vigilancia cercanas grabaron al agresor cuando entraba a un fraccionamiento ubicado enfrente de su casa.

Irma cerró el negocio de comida que tenía con su hija. Las idas al Hospital Civil para citas por las secuelas que le dejaron las lesiones no terminan, y además debe pagarlas; lo mismo ocurre con su atención psicológica y psiquiátrica.

El miedo que le provocó su agresor a salir a la calle es extremo.

“No me puedo subir a un camión. Aparte, no me quiero subir nunca a un camión. Es un temor que todavía tengo muy latente. Subirme a un camión y sentir que alguien se me acerque o que alguien me vaya a agredir, un dolor que traigo en la columna y una pierna porque una de las puñaladas fue muy cerca de mi columna. Transgrede toda la vida, tanto emocionalmente, económicamente, cambiar radicalmente tu vida”.

Ella siempre está monitoreada por su familia. En sus idas al Centro de Justicia, aunado a la insensibilidad de los ministerios públicos se ha enfrentado con la negación a atenderla porque su agencia no se encuentra ahí. Después de insistir, pudo entrar el viernes 22 de julio, cuando una marcha feminista llegó al lugar para exigir justicia por el feminicidio de Luz Raquel Padilla.

El personal se negaba a renovar las medidas de protección para continuar con su botón de pánico.

“Fue cuando ellos me dicen a mí que regrese el lunes porque viene una marcha y van a cerrar el Centro de Justicia. Entonces yo les digo que, pues aprovechando la marcha, yo no me iba a salir o iba a salir a decirles que no me lo querían renovar, que yo tenía que regresar hasta el lunes. Fue en ese momento cuando ya me dijeron que pasara una agencia del Ministerio Público y ya me lo renovaron”.

Pero ni la denuncia ni las medidas de protección son una garantía para ella. Irma requiere que detengan a su agresor, algo que ahora ve muy alejado porque después de dos meses de su denuncia, apenas hace una semana la citaron para darle avances, aunque éstos son escasos.

Tienen la imagen del agresor cuando sube al transporte público, pero las cámaras son de tan mala calidad que no es posible verle el rostro. Entonces, no hay más indicios de él.

“La verdad ahorita yo no me siento nada segura, nada segura, ni aquí con mi hija ni en la calle ni en ningún lado ¿Qué necesito para sentirme segura? Que esta persona esté detenida, que esta persona se le dicte sentencia, es lo que yo necesita para yo sentirme segura. Algo que no ha hecho (la autoridad)”.

2022 arrastra las secuelas de una desatención evidente a la violencia que sufren las mujeres en Jalisco desde hace décadas. Y la cantidad de denuncias diarias, la escasa efectividad para dar con los agresores y una burocracia que impacta sustancialmente en la entrega de los mecanismos de protección no hacen sino confirmar que el grito de ayuda para frenar la violencia en contra de este sector de la población, al final no tiene eco.


Fatima Aguilar