El Análisis | Recuperaciones internas




Ocotlán, Jalisco

Mientras los aires de la guerra le siguen restando aliento a la recuperación de numerosas economías a nivel mundial, en América Latina ya sabemos que somos un gran atractivo para todo impacto negativo. No sólo representamos el subcontinente más desigual del mundo y más golpeado por la pandemia, sino que los pronósticos de recuperación nunca fueron los mejores y ahora se ven recortados por los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania. Recientemente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) redujo las expectativas de crecimiento latinoamericano de 2.1 a 1.2 por ciento en 2022, en tanto en 2023 se tendría una contracción de 0.4 por ciento, y en 2024 se volvería a crecer 1.3 por ciento.

No es una novedad que los pronósticos no sean favorables. Cuando apenas habían pasado algunos meses de la pandemia, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ya hablaba de una “década perdida”, en el sentido de que las economías tardarían por lo menos diez años en volver a los niveles previos al confinamiento por la pandemia de covid-19. Hasta parece una ironía hablar de décadas perdidas cuando en realidad lo que nos falta es hablar de décadas ganadas. Pero nos hemos acostumbrado a crecimientos insuficientes y desiguales, con reparticiones escandalosas de la riqueza marcadas por sistemas de privilegios y exclusiones. Mucha riqueza en pocas manos, demasiada pobreza en millones de hogares.

La suba generalizada de los precios, sobre todo de los combustibles y los alimentos, así como la desaceleración de las economías de Estados Unidos y Europa representan un golpe directo para América Latina y en especial para sus 201 millones de personas en pobreza y 86 millones en pobreza extrema. La combinación del crecimiento insuficiente y el encarecimiento del costo de vida es demasiado onerosa para países que necesitan oportunidades, empleos bien remunerados, mejores ingresos y mejores condiciones de vida. Los que cargan con todo el peso son los que menos tienen, los de siempre.

Y en el caso de México no sólo fue de los más afectados por la pandemia, sino que en la coyuntura actual es el país latinoamericano más golpeado por los choques económicos, según el BID. Esto debido, fundamentalmente, a su dependencia de la economía estadounidense. Hay una clara desaceleración de la recuperación y el contexto internacional no sólo no ayuda sino que se complica.

Pero más allá de los números actuales, la crisis de fondo es que seguimos teniendo economías frágiles, dependientes de materias primas o de pocos mercados, con una gran precariedad y con niveles de pobreza insostenibles. Las oportunidades que hoy necesitamos son las que perdemos por la mala calidad educativa, por la insuficiente inversión en ciencia y tecnología, por la falta de infraestructura, por las carencias en salud, por la corrupción y sus males, y por la falta de visión de futuro. No es la coyuntura, es la historia. La recuperación debe ser interna, profunda y visionaria. Es tiempo de reinventar la economía desde la educación y el conocimiento.

Por Héctor Farina