Ocotlán, Jalisco

En los últimos 20 años no ha habido disminución en los niveles de pobreza en México, debido, entre otros factores, a que los salarios siguen siendo muy bajos de acuerdo a los datos de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza. El porcentaje de personas en condición de pobreza en 2020 era de 44 por ciento de la población, una cifra similar a la que se tenía en el año 2008. Y en cuanto a la pobreza laboral, es decir las personas que trabajan pero no ganan lo suficiente para cubrir los costos de una canasta básica, en el año 2005 la cifra era de 38 por ciento de los trabajadores, mientras que en 2020 se mantenía un porcentaje idéntico: 38 por ciento en pobreza laboral.

Cuando se mira a lo largo de las décadas se pueden ver varias constantes: el crecimiento económico insuficiente -apenas 2.1 por ciento al año en los últimos 40 años-, los elevados niveles de desigualdad económica, los salarios bajos y a ello le sumamos un progresivo deterioro de la calidad de los empleos que ha llegado a una precariedad laboral profunda. Hay una economía grande que crece con mucha lentitud, que tiende a concentrar la riqueza en pocas manos y a distribuir la pobreza en forma amplia. Y esa economía no ha podido escapar de la trampa del escaso crecimiento, pese a los cambios de timón, de estrategia e incluso pese a hacer bien los deberes.

En los tiempos de crisis pospandémica que vivimos, las carencias sociales se han profundizado y se han convertido en urgencias. Los pobres se volvieron más pobres, la desigualdad se ensanchó y la precariedad laboral no ha cedido: nos encontramos en un escenario en el millones de trabajadores se esfuerzan todos los días pero el resultado de sus esfuerzos, traducidos en ingresos, no es suficiente para salir de la pobreza. Cuatro de cada diez mexicanos no gana lo suficiente para pagar la canasta básica pero además los mexicanos son los que más horas trabajan dentro de los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): 2400 horas por año.

La gran pregunta es ¿qué le falta a la economía mexicana para romper con las ataduras que mantienen los niveles de pobreza casi inmutables? En Singapur lograron una de las transformaciones más extraordinarias de la historia sobre la base de invertir en educación: en menos de 4 décadas pasaron de ser un país de pobreza extrema a uno de los más ricos del mundo. En Finlandia la apuesta fue por la ciencia y la tecnología justo en el momento más crítico de su historia. Noruega usó los fondos del petróleo para invertir en educación. Taiwán apostó por la repatriación de cerebros y la inversión en tecnología. Y aunque los contextos no son iguales, el punto en común es que provocaron un fuerte cambio.

Yo tengo la hipótesis de que la economía mexicana mejorará en la medida en que lo haga su educación, cuando mejore la inversión en ciencia y tecnología, cuando el capital humano sea más preparado, más innovador y más visionario. Es la gente la que cambia la economía, es ahí en donde se gestan los grandes cambios.

Por Héctor Farina Ojeda

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