El Análisis | Liderazgo socrático




Ocotlán, Jalisco

Sócrates fue el primero en estudiar y en poner como tema central al hombre mismo. Podríamos decir que Sócrates es el fundador de la Antropología Filosófica. Nació y murió en Atenas (470 a.C. - 399 a. C). Solía decir: “Solo sé que no sé nada” y lo hacía para poder preguntarle a las personas, las cuales en la mayoría de los casos caían en contradicciones ante lo que afirmaban. A través de este método, que se denominó ironía socrática, le permitía hacer pensar a la gente y a que descubrieran el verdadero conocimiento que tenían de los temas que hablaban. La famosa frase heredada por la humanidad la expresaba para él mismo, aunque para todos era considerado un sabio. Sócrates descubrió que las personas creían saber más de lo que en realidad sabían. Él era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia. Imaginarse ese tiempo, esas vidas, esos diálogos, esos encuentros y esos sueños puede resultar quimérico, pero, ¿qué hay de parecido con el mundo actual? 

Sócrates está más vivo que nunca. Sus enseñanzas pueden impulsar grandes progresos, claro, si se tienen en cuenta. El Maestro consideraba que no importaba tanto acumular conocimientos como revisar los que se tenían y de ahí construir unos mejores. Lo importante es la calidad de lo que se aprende, el valor que se le otorga y la profundidad a la cual se llega; ¿de qué sirve tanta información o el rígido cumplimiento de requisitos de temas por conocer si quizás no existe un interés en ahondar admirablemente sobre los mismos? 

Para el Maestro la virtud es conocimiento y el vicio es ignorancia. Decía que cada cual debe desarrollar sus obras y pregonaba la unidad entre el pensamiento y la acción. A su manera trataba de incorporar en las personas la idea de que no alcanza con aprender, con conocer y adquirir sabiduría, si la misma no se vivía con coherencia. La práctica del saber se sostiene de la formación del ser. Si no alcanza con saber, ¿qué será en el caso de no saber? Saber por saber, ¿para qué? y podríamos preguntarnos, ¿qué tipo de saber? Saber para hacer en beneficio de la sociedad que me permite concretarlo, y para sentirlo desde ese actuar. Y mientras mayor es el alcance de ese conocimiento, mayor debe ser el recordatorio propuesto por Sócrates. Hay que revisar todo. 

Ya en aquél tiempo reinaba una brecha gigante entre la presencia y la ausencia del saber. Al punto tal que el filósofo sostenía que la ignorancia es la que conduce a la desgracia del ser humano. Este hombre en la Antigua Grecia ya le advertía a la humanidad lo que podía generar la carencia de la educación. ¡Cuántos males en este mundo tienen su raíz en dicha ausencia! Como así también, ¡cuántos han hecho uso de su conocimiento en detrimento de la vida!

Sócrates no reconoció a los dioses atenienses y eso le valió la pena de muerte, fue juzgado y sentenciado. Murió por envenenamiento por medio de la cicuta, especie botánica de planta con flor herbácea y cuyo zumo es venenoso. Además se lo acusó de corromper a la juventud. Quien enseñaba a pensar era un enemigo que había que eliminar. Y así lo hicieron. Pero quedó eternizado su testimonio. Podría haber huido dado que fue advertido de lo que le sucedería si continuaba con el ejercicio de la docencia. Era un Maestro. Su trabajo es un legado para todos y una invitación a unir la vida laboral con el saber. A vincular el saber de forma integral en todas las actividades que las personas realizan. 

Pregonaba identificar el conocimiento del bien con la buena conducta y el vicio con la mala. La voluntad está sometida a la inteligencia, enseñaba. Si pudiéramos situarnos en aquél tiempo, podríamos admirar aún más su lucidez intelectual. 

¡Qué genialidad la de Sócrates! Instaba a descubrir la importancia de la educación. Si hoy viviera, ¿qué nos plantearía como sociedad?, ¿qué nos preguntaría para poder revisar?, ¿qué creería acerca de la concepción del trabajo actual? y ¿qué le diría a quienes se consideran líderes? 

Por Marcelo Pedroza