Memoria y justicia, a 30 años del 22 de abril de 1992 | Parte 1



Guadalajara, Jalisco.

¿Por qué no se le debe olvidar nunca la fecha del 22 de Abril de 1992, a los habitantes de Guadalajara?, se le preguntó al cronista de la ciudad, Armando González Escoto.

“La gente de hoy tendría que conocer a fondo y recordar el acontecimiento con una fundamental razón: Para que no vuelva a suceder, dado que fue un accidente humano, fue un descuido de personas o de instituciones que provocaron la tragedia y la muerte de miles de personas. Entonces, se conoce el pasado y es un pasado reciente, con la intención de que no se vuelvan a repetir los mismos errores, las mismas inercias, la indolencia ciudadana”, respondió.

A José Antonio Vargas García, quien el 22 de abril de 1992 tenía 14 años de edad, y quien se partió en dos la columna vertebral, cuando al cruzar la calle de Gante en su bicicleta estalló el colector, se le hizo la misma pregunta que al cronista. “¿Por qué no se le debe olvidar nunca a los tapatíos la fecha del 22 de abril de 1992?".

José Antonio, hoy de 44 años de edad, respondió lo siguiente:

“Ahorita tú ves todas las calles, están como si nada, como si no hubiera pasado aquí nada en esta zona, pero las heridas ahí están, los muertos ahí están las cifras y según eso, fueron 200 y tantos muertos, pero yo creo que no, taparon muchas cifras. Incluso, a la fecha hay gente que sigue diciendo que ellos son lesionados y que tienen sus expedientes y siguen saliendo gente que no fueron reconocidas como tal”, subrayó.

El cronista de la ciudad y José Antonio, lesionado de las explosiones del sector Reforma lo dicen con claridad: “Hay que recordar año con año que Guadalajara vivió una tragedia muy grande y porque hay secuelas que no se han resuelto a 30 años de aquel miércoles negro”.

Existe la iniciativa presentada por la regidora de Morena, Candelaria Ochoa Ávalos, para que la fecha “22 de Abril de 1992” se incluya en las fechas históricas que adornan el muro principal del Salón de Cabildos del Palacio Municipal.

Las cifras oficiales establecen que tras las explosiones del colector intermedio oriente, que corría por las calles de Gante y 20 de Noviembre, hasta llegar a la calzada Independencia, murieron 225 personas, hubo mil 800 lesionados, se afectaron 100 escuelas y hubo más de ocho kilómetros de calles destrozadas.

José Antonio Vargas García no olvida. Su vida y la de su familia cambiaron para siempre.

Él había ido a comprar una refacción para llevársela al taller mecánico que su papá tenía en la calle de Los Ángeles. Venía de regreso, cuando se registró la tragedia.

José recuerda lo ocurrido, justo en la esquina donde salió disparado, junto con su bicicleta, en el cruce de las calles Gante y Francisco Silva Romero, junto a la Primaria “Abel Ayala”.

“Fui a comprar la refacción hacia el mercado Rizo y ya de regreso, por aquí por la calle donde está la escuela Abel Ayala, llegué aquí a la tienda que está atrás de mi. Yo iba en una bicicleta y llegué a comprar un refresco. Me dieron el refresco y en cuanto me subí a la bici, di el pedalazo, cruzando Gante explotó. Me aventó a mi muy alto, porque yo veía los espectaculares de acá de (la calle de) Los Ángeles, iba volando literalmente. Ya en el aire me di la vuelta, giré y caí de espaldas. Ya cuando caigo al suelo, mi reacción fue quererme levantar, pero ya no sentía yo las piernas. Tenía mucho dolor de la cintura hacia abajo, como que se me inflamaron las piernas muy rápido y en ese momento comenzó a caer un montón de escombro sobre mi”, explicó.

José quedó enterrado. Pasaron 15 o 20 minutos. La gente lo reconoció; sabían que era el hijo del maestro Rafa, el mecánico. El papá de José presintió que algo había pasado y corrió hacia la zona de la tragedia, desde su taller. No sabe cómo, pero algo lo hizo llegar justo a donde estaba José. Don Rafa se quitó la camisa, y le limpió la sangre con sus ropas. Fue el padre de José quien lo rescató de entre los escombros.

“Recorrimos varios hospitales y no había lugar, todo estaba saturado. Hasta que fuimos a parar a la clínica 89 (del IMSS) y también ahí nos negaron el servicio, que ya estaba ocupado totalmente y mi padre, de la desesperación, decidió bajarme junto con el compañero que venía con él, en la tabla, y me pasaron y me pusieron en el suelo literalmente, hasta que me atendieron”, relató.

Tras estar hospitalizado, tardaron más de dos meses en operar a José. Ya no volvió a caminar.

“Yo definitivamente me di cuenta que lo que había pasado no era cualquier cosa, que esto me iba a afectar el resto de mi vida, pero yo quise tomarlo de la mejor manera y no me quise dejar vencer por esto. Me impulsó ver a mi familia que estaba triste. Ellos no querían verme así, pero yo decidí, dije ‘bueno, voy a tomarlo positivamente’ y me integré al deporte. Jugué basquetbol en silla de ruedas durante más de 20 años. Representé a México, representé a Jalisco, gané medallas al mérito deportivo de Jalisco, fui a un Mundial, fui a unos Juegos Panamericanos”, señaló.

José tuvo una nueva oportunidad de vida. Por eso no olvida ese miércoles de pascua de hace 30 años.

El cronista de Guadalajara, Armando González, advirtió que la memoria colectiva y la de cada uno de los habitantes, debe recordar las explosiones del 22 de Abril.

“Yo pienso que no debe olvidarse porque esto, yo pienso que ha sido lo peor que ha pasado en Guadalajara. Fue algo que no se puede olvidar así tan fácil”, finalizó.


Ignacio Pérez Vega