Alimentación como en casa durante la jornada universitaria




Lagos de Moreno, Jalisco

Desde hace 15 años la señora Dolores Perea, o doña Lola, ofrece a la comunidad universitaria comida casera a estudiantes, maestros y empleados del Centro Universitario de los Lagos.

Por Luz Atilano

Es común que al hablar sobre la vida universitaria, aludamos al estrés por los exámenes y por los trabajos finales, a los desvelos y desde luego a una mala alimentación. Sobre todo quienes estudian fuera de su lugar de origen, saben perfectamente lo difícil que es ya no comer como en casa.

Pero en el caso particular de quienes llegan al Centro Universitario de los Lagos, ese parece no ser del todo un problema, pues ofrecer platillos de comida casera es la especialidad de la señora Dolores Perea Pérez, mejor conocida como doña Lola o doña Lolita, quien desde hace 15 años ofrece su servicio a la comunidad universitaria, la primera en ofrecer platillos caseros.

“Yo le di otro giro pues, aquí a las loncherías. Mi giro fue más que todo comida casera y bendito sea dios por ese motivo aquí estoy. Vendo muy bien, tengo muchos amigos tanto maestros como estudiantes y pues gracias a ellos también aquí estoy. Tengo 15 años (aquí).”

Doña Lola nació en León Guanajuato y desde hace 50 años vive en Lagos de Moreno. Dice, prácticamente ya es laguense, además de que en este municipio inició su oficio en la cocina, trabajando en diversos restaurantes y en comedores de instituciones y empresas hasta que decidió independizarse.

“Hace 15 años uno de mis hijos me dice ‘mamá, fíjate que –como ellos estudiaron aquí en la universidad… – hace mucha falta como que algo que vendan allá en la universidad porque allá nomás venden que taquitos, pizza… entonces como que hace falta comida así como la que tú haces’. Entonces les digo, ‘No, hijo… pues es que cómo me voy a poner yo a vender si yo nunca he vendido, yo siempre he sido empleada…’ ‘Pero mamá, pues es que sí cocinas bien y vas a ver que sí te va a ir bien y ojalá que te guste y todo’. Mi hijo el mayor dijo ‘hay un local ahí enfrente de la universidad, te lo voy a rentar y pues te sales de trabajar y ya haces tu negocio tú sola’. Y de esa manera fue como nos vinimos, él me rentó el local, me llamó la atención, vine y lo vi y todo y pues sí me gustó. Y dije ‘pues de veras, dejo de trabajar, de ser en empleada y pues ahora ya voy a trabajar yo en lo mío’.”

Esta experiencia, comparte, le ha regalado amistades e infinidad de satisfacciones. Más allá de la remuneración económica, lo más valioso para ella ha sido el trato con las personas, las relaciones amistosas que ha forjado con estudiantes, maestros y empleados de la universidad.

“Mi fuerte y mi sostén son los estudiantes. Yo les digo ‘mmm pues qué padre, yo me voy a hacer bien rica’. Porque vi muchos estudiantes, vi muchos maestros. Dije ‘ahora sí, de aquí me voy a hacer pero bien rica’. Pero no, ya pasaron muchos años y no me hice rica. Pero gracias Dios, no me he hecho rica pero cómo me he divertido y cómo he aprendido de todas las personas que han pasado por aquí. Vienen y vuelven de hecho. Fíjate, ya tengo personas o estudiantes que ya salieron, que ya son profesionistas, no viven aquí, viven fueras pero cuando tienen algún motivo o alguna necesidad de venir para acá, pasan y me saludan y dicen ‘Lolita, hoy quiero comer con usted’ y ‘Lolita, quiero hoy venir a desayunar’. Y eso te da gusto y no sé te da para arriba porque dices tú ‘bendito sea Dios, creo que el tiempo que he estado aquí ha valido la pena’. Porque gracias a Dios primero y después a todos ellos yo estoy aquí todavía.”

Este trabajo ocupa prácticamente todo su día. Desde las 6:30 de la mañana inicia la preparación de los alimentos para que a las 8 todo esté listo para los almuerzos. Y porque después debe continuar con la preparación de la comida, que varía cada día y que debe estar lista a más tardar a las 1:30 de la tarde.

Es la actividad universitaria la que, comparte, le da vida y la mantiene activa a sus 65 años. La cocina es y seguirá siendo su pasión y su oficio hasta que el cuerpo se lo permita. Su trabajo será redituable siempre porque se basa en un interés mutuo, pues no sólo sostiene su negocio, sino que ofrece un servicio que hace sentir a sus clientes como en casa.

 “Y te digo, entro a las seis y media de la mañana y salgo de aquí hasta las seis, siete de la noche pero (horas) muy divertidas y muy agradecidas porque la verdad me voy muy contenta. Siempre, todos los días. Yo por eso a veces digo, a los maestros ‘maestro, ya no les den tantas vacaciones a los muchachos, ¿por qué no los ponen a estudiar sábado y domingo? Pero pues es broma, pero sí, porque a mí me encanta estar aquí, gracias a Dios y a los estudiantes.”