Género, la maleta más pesada para las refugiadas en Guadalajara || Parte 2

Maggie: de Haití a Guadalajara 5 años para estar en tierra libre

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Guadalajara, Jalisco.

Lleva 5 años huyendo de una dictadura. Ahora que en primavera florecen las ceibas, una especie que reconoce en Guadalajara, está por obtener su visado humanitario de refugiada que definitivamente le permita criar a sus bebés en paz.

Me cuesta mucho tiempo conectar con Maggie, porque no se le quita la natural desconfianza. La encuentro afuera de las oficinas de la Comisión Mexicana para Atención de Refugiados (COMAR), en la descentralizada subsede de la Secretaría de Gobernación, en el Parque Alcalde.

Trae consigo a su bebé de dos años de edad y está reiniciando su solicitud de refugio, porque lo abandonó en Tapachula, Chiapas.

Abandono de solicitud es un estatus común entre las personas refugiadas; no fue por arbitrariedad de su parte sino porque ya no podía seguir viviendo en Chiapas luego de cómo arrecia la persecución por las caravanas.

Para enero de 2020, 400 de las 462 solicitudes de asilo presentadas en Tapachula, Chiapas, correspondían a personas originarias de Haití; a diferencia de años anteriores, la población migrante va cambiando el primer plan que es la frontera norte, pero tampoco puede quedarse en el sur, entonces interrumpen los trámites y presentan por escrito una solicitud nueva donde ya vivirán, en este caso Guadalajara.

A noviembre de 2021, la COMAR reportó más de 123 mil solicitudes de refugio. Solo de Haití eran 47 mil 454 solicitudes. El sobrecupo en los albergues y la violenta persecución de agentes migratorios como quedó consignado en medios locales de Chiapas, la hicieron subir a Guadalajara.

- Policías municipales los primeros atacantes -

Ya establecida en Guadalajara, aunque se alejó del epicentro donde el Instituto Nacional de Migración controla todo a toletazos, separando familias, arrebatando bebés, fumigándoles el cuerpos por las noches, no ha quedado liberada de ser víctima de robo y acoso policial.

Nada menos hace tres semanas la policía de Guadalajara le robó a Maggie 3 mil pesos "Me acuerdo un día que me paró un policía, me pide identificación se la muestro hay una que abre mi cartera y se roba mi dinero, todo son abusos; en cualquier ciudad puede pasar, hay dos tipos de policías: Guardia Nacional y Migración pero los de camionetas me paran y me quedo sin plata", me cuenta mientras es recibida en la COMAR.

Mientras estoy afuera de la COMAR, llegan una pareja y una familia de venezolanos, a regularizar un trámite en la estancia ya prolongada en Guadalajara. Difícilmente se les racializa como a Maggie, pues pasan como oriundos de Guadalajara: tez blanca y cabello castaño con mayor poder adquisitivo.

Maggie ya pasó por varios albergues y su mirada es de agotamiento. Como me cuentan en los albergues, las haitianas están subsistiendo de puro empleo temporal y mal remunerado e incluso hay quienes siguen recibiendo de sus familias en Haití "Mi mamá que está en Haiti me manda plata, 2 mil 500 yo lo compro por 500 y una noche llegan, me paran y hay uno que saca el arma para asustar a la gente, busca en todos lados, sca mi billetera y me quedo sin plata. Yo a la policía no sé dónde puedo reclamar, tampoco me acuerdo de la patrulla."

- La esclavitud ignorada por Guadalajara -

Si hay un país que abolió la esclavitud pero ha sido llevado de nuevo al peor de los escenarios es Haiti. En teoría es la primera república negra emancipada en 1804. La realidad es otra.

La UNICEF calcula que en Haiti hay 225 mil sobre todo niñas, entre 5 y 17 años conocidos como restaveks: su jornada laboral promedio dura entre 10 y 14 horas. Son esclavos.

Una niña restaveks se encarga de elaborar comida en la casa pudiente donde la reciben, pero es alimentada con las sobras. Uno de los resultados de la mal nutrición, es que las niñas en modelo “becado” a los 15 años, pesan menos de veinte kilos.

En Guadalajara el horizonte para las familias de Haití es lo vivido durante décadas por los mexicanos en Estados Unidos: solo pueden ser cocineras, trabajar en la construcción, como lava loza, sabiendo que en cualquier momento pueden ser vulnerados sus derechos básicos, despedidos sin liquidación, sin derecho a representación legal, legítima defensa o respingar.

En las fondas del Mercado Alcalde, hay algo que está llamando la atención de los visitantes. Son mujeres jóvenes, algunas con bebés a pie lavando trastes y repartiendo pedidos.

Maggie termina su trámite en la COMAR y se retira rápido porque debe llegar a donde está empleada, para ella tener trabajo le devuelve la sensación de libertad.

¿Si no hubieras salido cómo sería tu vida en Haití?

- Cinco años fuera de mi país, pero no quiero volver. Puede pasar cualquier cosa, tengo que hacer un trámite para quedar permanente, allá mataron a mi presidente, como el presidente tiene seguridad y lo mataron, yo, puede pasarme. Sí hay trabajo puedes pagar la luz, el agua, los gastos, pero si una no trabaja eso está muy difícil y eso no me gusta.

Maggie me pide el anonimato de voz, es sobreviviente de violencia política y en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados no se confirma que proceda reabrir la solicitud de asilo.

Su último mensaje brillante y corto para una sociedad como la tapatía que ha demostrado no sabe adaptarse a la realidad y el miedo discrimina:

"En todos lados la gente abusa de los inmigrantes, en todos lados, por el color de piel, pero la verdad por qué si todos son seres humanos, solo nos diferencia el color de piel y trata la gente bien porque no todos, algunos hay buenos y malos, pero te miran feo por el color de piel."

Las familias haitianas son ya nuestras vecinas y conforme a la constitución mexicana, tienen exactamente los mismos derechos que un nacido en México.


Jade Ramírez Cuevas Villanueva