Acumulación y sequía. Las presas: el falso dilema



Guadalajara, Jalisco.

Hay un movimiento mundial anti represas que sembró en México, de manera adelantada para unos y tarde para otros, el quiebre con el modelo hidráulico, ese que es favorito de los gobiernos y la industria de la construcción: represas sobre ríos y crear embalses artificiales.

En México, sobre todo en el Sureste y Occidente, el movimiento anti represas ha

demostrado no sólo lo caduco del modelo de gestión del agua, sino que las cortinas y el concreto aceleran el proceso de evapotranspiración que contribuye a dos motivos de

preocupación global: insuficiencia de agua y contribuir al efecto invernadero, ese que

acelera el cambio climático.

México recibe alrededor de mil 489 millones de metros cúbicos al año de agua en lluvia; 67% cae entre junio y septiembre en el Sur-Sureste: Chiapas, Oaxaca, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Veracruz y Tabasco.

Pero 73% se evapotranspira y regresa a la atmósfera, 22% escurre por los ríos o arroyos y 6% se infiltra al subsuelo de forma natural y recarga los acuíferos. Sin embargo, el crecimiento poblacional y la inyección de concreto en núcleos de vivienda urbana atrofia el flujo natural de los cauces.

Entonces, México tiene 475 mil millones de metros cúbicos de agua dulce renovable por año, por lo que está considerado como un país con baja disponibilidad de agua.

Si a esto se suma cómo se gestiona y distribuye el agua, el estrés hídrico aumenta, pues la Comisión Nacional del Agua (Conagua) contabiliza cinco mil presas, más bordos de terracería no inventariados y una muy deficiente medición de aguas subterráneas en combinación con pozos profundos sin regulación por parte de las industrias.

Son 181 represas las que contienen el 80% del agua y la regulan.

De 13 regiones hidrológicas en las que se organiza el agua en México, como se visualiza el

nivel de disponibilidad, desde el año 2012, el panorama no era alentador.

En 2019, la ingeniera ambiental Alessia Kachadourian adelantó al medio Perimetral.press

que la sequía es un escenario poco explicado y utilizado con fines políticos y los gobiernos manifiestan que, si no hay agua, es porque no llovió, lo que es falso.

“Un río durante todo el año lleva agua, independientemente si en los últimos años llovió sobre un río, en ese momento se coloca una barrera, lo detiene y reduce el escurrimiento y entonces empieza a llenar el embalse. Nos han hecho creer que el agua que lleva un río que puede ser retenida o una cortina; esa agua es otra o no está conectada con el que fluye debajo de los pies, y creemos que el agua de la represa se debe exclusivamente a la lluvia que cayó encima o en la zona, lo cual es incorrecto".

Hay 19 modelos distintos que estudian el cambio climático, y después de la Convención

Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Cancún, hace 12 años, dos

contextos fortalecen el argumento de que las presas son un modelo caduco: el calor crece

secando suelos y las temperaturas del aire provocan mayor evaporación.

La ingeniera ambiental, quien egresó del ITESO y laboró en la Universidad Autónoma de

México, dejó de manifiesto que una presa, ya sea de almacenamiento que se maneja con

compuertas o hidroeléctrica, es la peor técnica de almacenamiento y más en una zona

como Los Altos de Jalisco, que ya es considerada semidesértica.

“La tasa de evaporación es mucho más alta que la de precipitación, las presa en Jalisco

generan que haya una gran pérdida por evapotranspiración; perdemos agua sólo por el

vapor. Eso es el mejor porcentaje, pero el represar un río nos hace perder agua por sí sola,

intrínsecamente. Además, el vapor por la radiación solar provoca, reconocido por la NASA,

el principal gas de efecto invernadero. Si somos un Gobierno que se alía a la tendencia

global de reducir emisiones, no deberíamos hacer presas ni mantenerlas”.

A este argumento estrictamente técnico se suman las violaciones a los derechos

humanos a comunidades y pueblos que se acumulan en la construcción y administración de una presa.

Para 2022, el periodo de estiaje correrá bajo el argumento de escasez, pero aunque

toda el agua de la Presa El Zapotillo esté dispuesta para Jalisco tras el acuerdo con

el Gobierno federal y el poblado de Temacapulín, el teórico beneficio no llegará aún.

Todavía falta definir el bombeo o elevación del afluente para que abastezca a el

Área Metropolitana de Guadalajara. Este año, el abastecimiento será de nuevo a

través de pozos profundos, esos que surten pipas sin que nadie regule cuánto se

saca día con día.


Jade Ramírez Cuevas Villanueva