Transporte público: mal servicio en su máxima expresión




Por Gabriela Arreola

Ayer fue jueves y a pesar de la hora en el centro de la ciudad no había tantas personas como de costumbre. Eran las 12 y media de la tarde, yo me encontraba en la calle Constituyentes, esquina con Francisco I. Madero. Tuve que esperar aproximadamente 10 minutos para que el camión indicado se hiciera presente. A lo lejos, descendía la unidad haciéndose cada vez más próxima, era blanca con detalles azules. A simple vista se veía que su vida útil ya había expirado. En el vidrio frontal se podía leer: San Miguel, Ceibas, Valle Real, Granadillas, escrito con uno de esos productos para dar color a los zapatos blancos.

Sin asientos par alos ussuarios

Subí al camión aproximadamente a las 12 de la tarde con 40 minutos. Antes de mí subieron unas cinco personas, mujeres de la tercera y mediana edad con bebés. También un señor de edad avanzada. El chofer nos cobró a cada uno. Yo tuve que pagar los correspondientes 7 pesos. La unidad lucía unos pisos polvosos, con algunas basuras esparcidas al azar. Me percaté de que en mi pie había una servilleta de papel.

El chofer mantuvo la unidad quieta por cerca de 5 minutos, supongo, para esperar más pasaje. Dos señoras subieron al camión, y fue entonces que dio inicio el recorrido.

Sin asientos, vidrios ni luminarias

Me di cuenta de que al camión le hacía falta el vidrio de una ventana superior, un verdadero problema para el pasajero con las lluvias o en la temporada de frío. Asimismo, parecía que habían arrancado un par de asientos. Los espacios vacíos eran evidentes. Varias de las luces en el techo de la unidad no estaban.

Sin vidrio en ventana, deja entrar la lluvia y el frío

Algunos laguenses, quienes usan a diario el servicio de San Miguel-Granadillas, expresan que la cuestión de los tiempos es un dolor de cabeza para ellos. Media hora o hasta cuarenta minutos es lo que tienen que esperar. De igual manera, es común que las unidades fallen.

«El horario no lo tienen fijo, si tú vas a trabajar pierdes entrar a la chamba».

«Las veces que se quedan o a veces esperar hasta 40 minutos, estarlo esperando».

«Pues que metan camiones más buenos, porque dondequiera se quedan».

«Pues que a veces está uno esperando, por decir, media hora y no llegan los camiones».

En cuanto a  mi experiencia, la unidad siguió con su recorrido hasta llegar al bulevar Félix Ramírez Rentería. A lo largo de mismo subieron más personas al camión, al grado de que los asientos se agotaron, y la gente tuvo que quedarse parada en el pasillo. Después se internó en Valle Real y Las Ceibas. Se hizo evidente la dificultad para transitar del camión en calles de tierra en las que abundaban los baches llenos de agua, debido a las últimas lluvias. No obstante, esto no impidió que en ciertos momentos el chofer aumentara la velocidad haciendo tambalear a los usuarios.

Unidad con graffitis

Alta velocidad y horarios inconstantes

Pasamos entonces por un costado del Fraccionamiento Jardines de las Ceibas, donde hace apenas unos días una de las habitantes, nos compartió el testimonio de su mala experiencia con el transporte San Miguel- Granadillas:

«Y luego los choferes, haga de cuenta que caminan a madres, no la dejan que se baje usted bien; a mi hija el otro día la iban a tumbar con las dos niñas, entonces le digo, pues qué seguridad hay con los choferes. Es un problema. El que dice Valle Real, y San Miguel, Granadillas. Por ir con las mujeres ahí atrás de ellos, no se fijan si van a bajar o no va a bajar. El otro día tumbaron a una señora embarazada, yo iba ese día, haga de cuenta aquí, en Moya, en la segunda parada, haga de cuenta que nada más yo creo que la señora no se pegó tan recio, cayó de rodillas, pero imagínese, esa seguridad de los choferes; el chofer no fue ni siquiera para bajarse, ni fue para decir, “a ver señora, qué le pasó”».

Finalmente, la unidad llegó hasta Granadillas, de donde emprendió de vuelta el recorrido. Fue evidente que, al entrar al bulevar de nueva cuenta, el chofer aumentó desmedidamente la velocidad rumbo a San Miguel, sin reparar en que personas de la tercera edad, mujeres con bebés en brazos y estudiantes estuvieran a bordo.