Sabor y calidad en refresco laguense




Por Tatiana Sánchez

Inicios

En el año de 1890, en Lagos de Moreno inició labores la embotelladora de refrescos La Violeta, propiedad del señor Daniel Guerrero Franco, quien se dedicaba a fabricar refrescos de una gran variedad de sabores, mismos que repartían con ayuda de burros, como lo platica Karla Paola Guerrero Jiménez, bisnieta del fundador:

«En un principio cuando comenzaron con eso, iban a repartir en un burro, después conforme iba creciendo la empresa su papá, mi bisabuelo, compró digamos que una máquina, que era  la embotelladora, una máquina para embotellar, todo era artesanal ellos embotellaban, ellos lavaban las botellas, empacaban, repartían, ellos hacían el trabajo desde cero».

Los refrescos que se procesaban en La Violeta tenían un sabor único que encantaba a los clientes pues en ellos encontraban un producto de calidad en todos sus sabores.

«Embotellaban refrescos que en ese entonces les llamaban gaseosas o minerales, tenían varios sabores, ellos creaban el de manzana, el gran gurú, también ese lo distribuían, el orange crush, que era de naranja, el de piña, naranja, limón, ponche, durazno, pet y del valle; distribuían el de sabor toronja, ese comentaba mi tío que era especial para preparar bebidas, ellos embotellaban Agua de Lourdes, Sancho Panza y de varios sabores», comparte.

Otros comercios

Aparte de vender refrescos y bebidas hidratantes, el señor Daniel Guerrero Franco, era dueño de otros comercios, sobre los que Karla Guerrero también habla:

«Para ese entonces ya contaban con varias fábricas, entre ellas el Quintaleño, esa la tenían en la misma casa de la familia, esa tienda fue muy conocida a nivel vecindario, en esta de abarrotes era como vinos y licores, también tenían la fábrica de pastas y fideos y la tienda de jabón que ellos fabricaban y vendían».  

Según comparte, la tienda más importante, emocionalmente, para la familia fue la fábrica de refrescos. Mismo sentimiento de los laguenses, sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Esa fábrica estuvo instalada sobre la calle Allende, se conectaba con la callejuela en la que ahora se encuentran los baños del Mercado Grande.

Cierre de la embotelladora

Luego de haber permanecido durante más de 70 años como una de las comercializadoras refresqueras más importantes de la región, en el año de 1967 la empresa cerró debido a dos razones: la muerte del señor Guerrero y lamentablemente, la entrada de empresas trasnacionales.

«Yo siento que influyeron dos factores: una, la herencia, deja mi bisabuelo como hereditarios a dos de mis tíos abuelos; y la otra porque llegó la auditoria, primero era que el auditor quería que les estuvieran pasando dinero a él, pero mi tío se niega a darle su mochada, y empezó a investigar qué pasaba y se da cuenta que estas auditorías vienen por parte de la Coca-Cola…».

Según comenta Guerrero Jiménez, debido a la instalación en el municipio de dicha refresquera internacional, las tres embotelladoras que existían en esa época fueron cerrando una a una, provocando que los trabajadores perdieran sus empleos. De la misma forma fueron cerrando los otros negocios de la familia Guerrero Briseño.