Perseverancia y ganas de trabajar y salir adelante




Por Luz Atilano

Sin dejar de trabajar, el señor Mario Pérez atiende mi petición de entrevista. Mientras continúa picando fruta fresca y colocándola en vasos de plástico de varios tamaños, me comparte su nombre y comenta que tiene 52 años de edad, de los que ha dedicado 32 al oficio de comerciante.

Los clientes arriban de uno en uno o en grupos y le hacen sus pedidos, muchos de ellos lo saludan con naturalidad, por su nombre, y él los atiende amablemente. Así es como cuenta que este trabajo también lo ejercieron sus hermanos y que aunque él se desempeñó por algún tiempo en distintos empleos, inició su negocio en mayo de 1986:

«Y ya en el 86, por una lesión en la columna decidí dedicarme a esto y para empezar no tenía capital y mi hermano me prestó, me acuerdo, 20 mil pesos y otro me prestó todo el material y empecé. Fue difícil al principio, de hecho fueron dos años un poco difíciles. Pero ya poco a poco se fueron dando las cosas».

Ubicado desde entonces en la calle Hernando de Martell, a un costado de la clínica vieja del IMSS, se ha hecho de sus clientes, quienes comparte, lo siguen por su constancia, pues junto a su esposa mantiene una misma rutina, sobre la que comparte algunos detalles:

«Nos levantamos temprano por la mañana, salimos de la casa 8:30 más tardar, llegar a la pensión donde guardamos toda la mercancía y los carros y ya ahí empezamos a laborar, lavar vitrina, lavar todo, almacenar el agua en los recipientes para lavar todo lo que se ocupa aquí. Entonces, inicia el horario de las 8 y aquí le damos, procuramos ya estar listos para el cliente a las 10 de la mañana de lunes a viernes. Sábados y domingos es menos, salimos de casa a las 10 y tratamos de estar aquí 11:30 y le damos aquí hasta las 3:30 o 4 más tardar. Pero en la semana venimos saliendo de la pensión como a las 7:30».

Salvo algunas ocasiones, llegan a moverse a otro lugar, sobre todo en determinadas fechas, cuando hay afluencia de personas en otros sitios. Pero su lugar y en el que ha podido conocer a un sinfín de personas es el de siempre, en el que muchos niños que han pasado por el preescolar que se encuentra a un costado de su puesto, siguen frecuentando su negocio.

Y es que, entre lo que más aprecia de este trabajo, dice, se encuentra eso: el poder convivir con las personas.

«El trato con la gente, se va dando uno a conocer, conoce mucha gente y aparte lo conocen a uno. He visto pasar muchas generaciones de niños aquí que ahora son jóvenes y por la calle a veces me los encuentro y “¿se acuerda de mí?, yo le compraba fruta cuando estaba haciendo el kínder ahí en el González Peña”… de muchos no me acuerdo… de otros sí pero eso, la verdad es que sí se hace uno famoso en esto. […] El trabajo va uno buscando la forma de que se le haga liviano, agradable, el convivir con la gente, el poderle servir y tener uno la convicción de que gracias a eso es como uno ha sobrevivido, nuestro modo de vida, entonces los ingresos que obtenemos a través de que la gente nos ha favorecido con su compra o con su preferencia nos tiene que hacer agradecidos, entender que gracias a ellos podemos realizar nuestra actividad y llevar a nuestra familia todo lo necesario y le digo… de una manera digna».

Un tanto emotivo, el señor Mario rememora los primeros años de su negocio y las múltiples dificultades a las que se enfrentó. Sin embargo, también tiene en claro que lo que le ha permitido continuar con su oficio es por un lado, su clientela, con la que se muestra siempre agradecido ya que “sin el cliente, el negocio muere”, recalca. Y por otro lado, el buen servicio que ofrece, la perseverancia y las ganas de trabajar y salir adelante.

Mismas que conserva aún con el paso del tiempo, pues con gusto y orgullo comparte: se ha sabido administrar para no sólo vivir al día, enfrentando los días buenos y días malos, las temporadas buenas y temporadas malas. Lo importante, dice, es prevenirse para no atravesar serias dificultades.