Mujeres migrantes, un tránsito invisible




Por Gabriela Arreola

Las dificultades a las que se enfrenta una mujer migrante y las razones de que emprenda el largo camino, sobre todo en el caso del corredor Centroamérica - México - Estados Unidos, son iguales a las que enfrentan otros sectores de la población, indica Miriam González, periodista y colaboradora del Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUMI) A. C. No obstante, si se ven desde una perspectiva de género, es innegable que las necesidades de las mujeres se vuelven particulares, por lo que su estudio es imprescindible para la gestión de programas y políticas públicas que permitan brindar la ayuda y el asesoramiento necesario a las mujeres.

Investigaciones sólo de hombres y de remesas

La especialista señala que por muchos años los estudios que se hacían sobre la migración versaban sobre temas recurrentes en los que sobresalía el tránsito masculino y el uso de las remesas en sus países de origen; es por eso que aunque hombres y mujeres siempre han migrado en cantidades similares, las mujeres migrantes han sido ignoradas.

«Es importante poder mirar cómo impacta la migración a las mujeres, porque a partir de ahí sus necesidades van a ser diferentes, los retos a los que se enfrentan serán diferentes. En consecuencia, necesitan o programas o políticas públicas acordes a sus necesidades y además, si a eso le pone encima una lupa de género, es diferente cómo impacta la migración tanto a hombres como a mujeres», señala Miriam González.

A pesar de que la migración masculina ha sido más visible, existen otras formas de migrar que se relacionan con cuestiones de género o con las dinámicas de interacción entre las personas; por ejemplo, en los últimos años, más o menos a partir del 2014, se ha presenciado un aumento en la migración de unidades familiares.

Otros caminos, otras violencias

Otra parte importante es que la manera de moverse de las mujeres migrantes es diferente a las de otras poblaciones. González explica, por ejemplo, que algunas investigaciones de largo aliento del IMUMI han arrojado que las mujeres no viajan en tren, y que la violencia y peligros a los que se enfrentan tienen una connotación distinta a la que sufren, por ejemplo, los varones.

«En el tema del tránsito ha sido muy visible el tema del tren, es muy recurrente, pero las mujeres no viajan en tren, las mujeres viajan por carretera y esto implica que no están presentes en los albergues, recordemos que los albergues la mayoría están colocados a lo largo de la ruta del tren. Sí hay mujeres en el tren, son muy pocas, la mayoría no hace un viaje por tren, es un viaje por carretera, eso implica que no están tan visibles y entonces esto te dice por qué no están ahí».

Las razones que llevan a las mujeres a migrar son comunes a otras poblaciones, Miriam González dice que regularmente obedecen a la necesidad de mejorar las condiciones de vida de sí mismas y de sus familias. Otra razón que ha hecho que mujeres y hombres tomen la decisión de abandonar sus lugares de origen, obedece al recrudecimiento de la violencia en los últimos años, pues se cierne sobre ellos la amenaza de perder la vida.

Marisela, mujer migrante que desde hace un tiempo radica en Lagos de Moreno, nos comparte un poco acerca de su difícil experiencia, pues para sacar adelante a sus hijos tuvo que dejarlos en su natal Honduras, después de no poder costear la enfermedad de uno de sus pequeños y de sufrir violencia intrafamiliar:

«Pues mi historia, pienso que es como las vías del tren: muy larga. Yo nunca decidí que iba a viajar por dinero y esas cosas. Nosotros todo el viaje de 34 días lo hicimos caminando desde la frontera de Guatemala, hasta llegar a Lagos de Moreno. Caminamos nada más por montañas para evitar los retenes, secuestros y esas cosas también. No quiero estar más tiempo separada de ellos, no es fácil cuando uno es madre y padre tener que dejar a tus hijos así de la nada, no es fácil, porque los hijos son la manera y el impulso mejor que uno puede encontrar en la vida para seguir adelante».

Algo a resaltar es que a la par de visibilizar la migración femenina, y a partir de esto reconocer sus necesidades particulares, se debe cuidar que las acciones emprendidas por la parte institucional no refuercen los estereotipos de género. Miriam González da un ejemplo de esto cuando comenta que en un cuestionario que se aplicaba a migrantes mujeres se incluía una interrogante que les preguntaba si habían dejado a hijos o hijas en su lugar de origen, una pregunta que no figuraba en el cuestionario que se aplicaba a los hombres.