Amor a la profesión, amor a la enseñanza




Por Luz Atilano

Con gran entusiasmo y algo de nostalgia recuerda sus años de servicio educativo la maestra María Guadalupe Cruz Guzmán, también conocida como maestra Lupita. Y es que, 15 años han pasado desde que debió pensionarse por motivos de salud y abandonar la profesión que ejerció por más de 40; 20 de ellos en niveles primaria y secundaria en la ciudad de Guadalajara, de donde es originaria; y los otros 20 dedicados por entero a la Escuela de Educación Especial en Lagos de Moreno, lugar en el que decidió asentarse a pesar de que en un principio planeaba volver a la capital de Jalisco.

Ella nos comparte cómo fueron sus primeros años en dicha labor:

«Llegué en el año de 1981 y de esa fecha en adelante, siempre tuve la responsabilidad de un centro con niños con problemas de aprendizaje. Y empecé a trabajar en lo que eran grupos integrados, ese servicio era para ayudar a las escuelas regulares a que los niños de primer año asistieran o estuvieran dentro de grupos integrados y aprendieran a leer y a escribir. Había niños que tenían el problema de dos tres años en el mismo grado escolar y no era posible que lograran la lectoescritura».

De manera muy lúcida y como si se remontara a aquellos años, la maestra Lupita explica cómo funcionaba entonces esta modalidad y cómo con el tiempo fue cambiando hasta convertirse en lo que es hoy la escuela que conocemos como Escuela Especial. Cuenta que formó parte de diferentes servicios dirigidos a niños con problemas de aprendizaje y relata la manera en que se fueron implementando nuevas formas de trabajo para que los niños pudieran recibir la atención que requerían adaptándose a las escuelas a las que éstos acudían regularmente.

Sus estudios profesionales los realizó en Guadalajara, en la Normal Básica como maestra de primaria, en la Normal Nueva Galicia, donde estudió las especialidades en Pedagogía y en Historia para luego ingresar a la Normal Superior.

En la formación de niños con algunas problemáticas para aprender, se mantuvo hasta el año de 2002, cuando se retiró por problemas en su columna: un momento muy difícil de su vida pues, comparte, la enseñanza significó una parte muy importante para ella y por nada del mundo cambiaría la carrera que eligió, esa que le permitió continuar preparándose y aprender todo el tiempo, un aprendizaje constante.

«Cuando llegué a Educación especial fue algo tan nuevo y fue un verdadero reto porque los veinte años anteriores yo trabajé en escuelas regulares, en secundaria de la misma manera. Cuando llego aquí a Lagos de Moreno y empiezo a trabajar en Educación especial, digo que fue un verdadero reto porque no había día que pudiera estar uno tranquilo, porque siempre los problemas y las situaciones lo superaban a uno; entonces, uno se veía obligado a prepararse cada día y cada vez lo más que uno le fuera posible para estar a la altura del trabajo que uno estaba desarrollando».

Y es que, cuenta que cuando llegó a este municipio, la educación especial apenas comenzaba a implementarse, luego de descentralizarse de la capital y de extenderse a otras regiones del estado, lo que implicó también varios retos en el intento de que los padres de familia se interesaran en llevar a sus hijos a dicha escuela, cuando contaban con algún síndrome o necesidad educativa diferente:

«Se iniciaba Educación especial aquí en Lagos y era una verdadera tristeza que en algunas familias tenían a estos niños verdaderamente escondidos, esa es palabra… porque… o sea, como que sentían pena de tener un hijo con necesidades educativas especiales. Entonces lo que hacían en lugar de favorecerlos para que el niño pudiera hasta donde sus posibilidades le permitieran salir o cambiar de vida o avanzar un poco, no. Los negaban, los escondían y estaban muy renuentes a asistir a la escuela. Yo entiendo que la maestra Licea tuvo que hacer mucha labor de convencimiento y concientizar realmente a la población de Lagos para que esos niños salieran de esos lugares y empezaran a asistir a la Escuela de Educación Especial. Yo sí tengo un verdadero amor a lo que es Educación Especial y a los veinte años que me abrigó y que me hizo superarme y me hizo amar mucho a esos niños».

Afortunadamente, dice, en la actualizad se le toma más importancia a este tema y se sigue trabajando con nuevas metodologías de aprendizaje. Aunque, a sus 73 años de edad, ya no ejerce en el salón, continúa al pendiente; pues como si hubiese sido hereditario, su hija, quien estudió Psicología, se especializó luego en Educación Especial, continuando ahora la labor de la que su madre fue casi pionera en esta región.