La misión que emprendió el Padre Alejandro Solalinde inició en Oaxaca hace más de diez años con una misión en concreto: luchar por la defensa y visibilidad de los derechos humanos de miles de centroamericanos, personas que buscan un futuro mejor. Pero su pasión, su compromiso es con México, con el País entero, y su difícil historia regida por esa triada tiránica de violencia, impunidad y corrupción.