Cabo Corrientes, Jalisco.

La suerte del jaguar en la costa de Jalisco, en los últimos quince años, es paradójica: mientras ha sido exitosa la apuesta por la conciencia social en la preservación del principal depredador de selvas y pastizales de la región, el proyecto pionero, una unidad de manejo ambiental y vida silvestre vertebrada en torno a una felina rescatada en julio de 2003, de nombre La Pecas, en la comunidad de Santa Cruz del Tuito, está al borde de la quiebra, al grado que ya se ha solicitado a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) que recoja a la envejecida pantera y a su más joven pareja con la que no se pudo reproducir, un felino de casi ocho años llamado Lucky.

Fotografía: Agustín del Castillo

Enerio Castillón Rodríguez, el comunero que cedió su potrero para establecer el albergue desde 2006, se queja del alto costo personal que ha debido pagar por mantener allí una pareja de jaguares que le impiden usar sus tierras para pastar ganado e incrementa sus costos como ganadero.

Enerio es ganadero, y depende esencialmente del uso de su territorio para reproducir reses. Su hato ha sido víctima creciente de ataques de la gran pantera americana, y aunque no se queja, considera que sus vecinos ya empiezan a ver mal la prosperidad del felino. Pero su caso es peor, pues no tiene apoyos ni de Procampo ni de Progan, lo cual hace más cuesta arriba conservar vida silvestre y vivir de los bovinos. Y si bien le pagan las reses muertas por jaguares, no le salen las cuentas bien.

Fotografía: Agustín del Castillo

La Uma de la Pecas fue el proyecto pionero, que tuvo eco en la parte alta de la sierra, en San Sebastián del Oeste, donde en la uma Potrero de Mulas se recibieron dos jaguares y un puma a partir de 2010, además de una importante inversión en instalaciones. Ese proyecto también está al borde del colapso, reconoce su gestor inicial, el biólogo Juan Pablo Silva.

Se estima que restan unos cien jaguares en la región costera de Jalisco.