El Análisis | Trabajo precario
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Ocotlán, Jalisco

Uno de los problemas centrales de la economía mexicana es el empleo. No sólo porque en cantidad no alcanza sino fundamentalmente por la mala calidad: en el mes de junio el empleo precario llegó al 19 por ciento del total de la población ocupada, lo que representa una cifra récord, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En este caso, la precariedad laboral se refiere a las personas que trabajan menos de 35 horas a la semana (porque no consiguen más horas laborales), los que trabajan más de 35 horas semanales pero apenas perciben menos que el salario mínimo, así como los que trabajan más de 48 horas a la semana pero ganan menos de dos salarios mínimos.

En el contexto de una economía que se está frenando y que este año no generará ni la mitad de los puestos de trabajo que se necesitan, la situación de precariedad de uno de cada cinco trabajadores es altamente preocupante. Si a esto le sumamos que el 57 por ciento de los trabajadores se encuentra en la informalidad, esto representa que la mayor parte no cuenta con seguro social ni prestaciones de ley, así como tampoco tienen estabilidad ni certeza en cuanto a sus ingresos. Debido a que el mercado laboral formal no ha crecido lo suficiente para atender la demanda, los trabajos informales se fueron convirtiendo en la única opción para alrededor de 30 millones de mexicanos.

La precarización de los empleos no es una cuestión local ni mucho menos reciente. Es una tendencia global y ha tenido un impacto muy fuerte en las economías latinoamericanas debido fundamentalmente a la informalidad. En el caso mexicano, el incremento de la precariedad laboral agrava la situación de pobreza: hay 53 millones de personas en situación de pobreza que requieren mejores ingresos para atender sus necesidades. Pero con estos empleos mal pagados no lograrán salir de la condición de pobreza.

El aumento del trabajo precario se da a la par de la reducción de los empleos formales. La cuestión se debe a que la economía se está frenando, las inversiones no están llegando y, por lo tanto, la generación de oportunidades es insuficiente en cantidad y calidad.

En el contexto de los temores de una recesión global y ante los pronósticos de escaso crecimiento, hay que acelerar las estrategias para recuperar la confianza de los inversionistas y reimpulsar los proyectos y las inversiones. Que el Banco de México haya bajado las tasas de referencia y haya abaratado el costo del dinero para facilitar préstamos es muy importante, aunque ahora se requiere del acompañamiento de las inversiones públicas y privadas para que el impulso pueda hacerle frente a la tendencia a la contracción.

El aumento de los salarios y la recuperación del poder adquisitivo son verdaderas urgencias para mejorar los ingresos de los trabajadores. La buena noticia es que entre enero y julio hubo un aumento promedio de 6 por ciento en los salarios -lo que representa la cifra más alta en los últimos 17 años-, pero la situación de pobreza y de precariedad hacen que se requiera que los ingresos sigan subiendo para cubrir las necesidades sociales.

El desafío de recuperar la calidad de los empleos es gigantesco: no sólo se trata de que paguen mejores salarios sino de que los puestos tengan prestaciones, estabilidad y proyecciones de crecimiento. Y no eso no es fácil de lograr en un contexto en el que la economía crece poco y hay incertidumbre para invertir, así como tampoco ayudan el rezago educativo, la insuficiente inversión en ciencia y tecnología y el escaso apoyo al emprendimiento.

Para mejorar los ingresos, hay que reinventar el empleo y asegurar que las condiciones sean más favorables para los trabajadores.

Por Héctor Claudio Farina