El Análisis | Liderazgo en plenitud
Cortesía




Ocotlán, Jalisco

Juan Ramón Jiménez, nace en Moguer, en la provincia andaluza de Huelva, en 1881 y se eterniza en 1958, en Puerto Rico. Poeta universal, maestro hoy y siempre. España en sus letras, así se titula una obra realizada por docentes de literatura y que lo presentan como uno de los grandes escritores del siglo XX. El contenido del texto es profundo, ameno, fascinante y por sobre todo aborda magistralmente todas las etapas que constituyen la trayectoria lírica del sensible Juan Ramón. ¡Sus versos inspiran vida! La poesía de Jiménez sensibiliza el alma, es de todos y para todos. Quienes lideran tienen que leer sus poemas. 

El maestro alguna vez dijo “La verdad es que yo me avergüenzo de los homenajes y honores semejantes, y me avergüenzo, más que nada, porque no los merezco. Yo no soy nadie ni nada más que un trabajador enamorado de mi trabajo, y en él encuentro mi recompensa… ”. Los líderes no necesitan homenajes, ni honores semejantes, cuando por respeto acuden a los mismos, lo hacen con vergüenza, sienten que no es necesario, que basta sentirse felices haciendo lo que aman. En el liderazgo felicidad equivale a vivir enamorado de lo que uno hace, así vivía Juan Ramón. Era un enamorado de su trabajo. Mayor recompensa que esa no hay, así también lo dijo el poeta. No se la creyó nunca, jamás convivió con la soberbia. Fue un trabajador de la palabra, un hombre honesto, capaz de influir en el corazón de la gente a través de lo que amaba hacer, escribir. Cuando se llega al corazón se penetra en la zona más profunda de la influencia. Todo es posible de construir cuando se trabaja enamorado. 

Quizás el mundo necesite más enamorados de lo que hacen, de lo que viven, de lo que construyen… quizás la sociedad necesite más ciudadanos enamorados de la misma, de su cultura, de sus creencias, de sus historias, de su presente, de sus sueños… quizás quienes deciden liderar o quienes ya lideran, en la actividad que sea, necesiten preguntarse si viven enamorados de esa causa, de esa misión, de esa responsabilidad que los tiene como tales. Hay preguntas que hay que hacerse, son inevitables. No hacerlas puede ser una señal contraria al vivir enamorado de lo que se hace. Cada cual debe atreverse a reflexionar qué preguntas deba hacerse.  Quizás la poesía juanramoniana facilite la concreción de las mejores preguntas, en donde las respuestas identifiquen el interior indagado. Entonces el autor de “Platero y yo” nos dice a través de su pluma, “¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! … Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente”. (Cabe destacar que en toda su obra Juan R. Jiménez emplea la j en las palabras que, en realidad, se escriben con g). 

Sostienen los estudiosos del maestro que, en su calidad de trabajador enamorado de su trabajo, su actividad no tenía pausa, que anhelaba la perfección y que se empeñaba por lograrla, corrigiendo, suprimiendo y reordenando su gran producción poética. Cuando se vive el liderazgo se vive sin pausa, se anhela la perfección y se requiere de empeño para tratar de lograrla. 

Su poesía es el fruto de muchos instantes de plenitud, es decir de acabada eternidad, el espejo del florido jardín de su alma, escriben los profesores que enseñan su obra. Mientras Jiménez nos recuerda que él no era nadie ni nada más que un trabajador enamorado de su trabajo, y que en el mismo encontraba recompensa… y en uno de sus versos nos pregunta, ¿Qué canción tuya quedará,/ como una flor eterna, corazón,/ cuando tú ya no tengas/ ni fosa ni memoria;/ cuál, entre todas estas flores/ de esta pradera mía, verde,/ que mueve, ahora, el viento alegre de mi vida?

Por Marcelo Pedroza