El viaje es el camino: trayecto a Ciénega de Mata




Por Paúl Martínez Facio

La relevancia histórica y la belleza arquitectónica de la Hacienda de Ciénega de Mata, el caserío mismo, el templo del Señor de la Capilla, las distintas presas que rodean a esta delegación y desde luego, sus paisajes naturales que en época de lluvias realzan su belleza, debiera ser motivo suficiente para emprender el viaje con destino a este tesoro escondido de Lagos de Moreno; sin embargo, antes de pensar en el destino final, habría que pensar un poco el recorrido.

Antes de apersonarse en la delegación Francisco Primo de Verdad y Ramos, nombre oficial del caserío, habrá que tomar la ruta a El Puesto y atravesar, de entrada, una serie de pequeños poblados que ofrecen, al modo de las antiguas postas, la oportunidad siempre abierta de un breve descanso y del reabastecimiento de víveres. Por tanto hay que asumir que estamos ante una ruta que no admite la urgencia.

Ezequiel Hernández Lugo, cronista colegiado de Lagos de Moreno, comparte un fragmento de su crónica Vámonos pa’ Ciénega…:

«Para ir a la Hacienda de Ciénega de Mata, cabecera del mayorazgo del mismo nombre, la vía más directa que hacemos los laguenses cuando visitamos aquellas tierras, es vía El Puesto. Y después de dejar El Puesto, Betulia y varias entradas a rancherías interesantes como San Luis Gonzaga, Los Azulitos, la entrada vieja a El Tecúan, Tacubaya, entonces entra uno a la carretera de Aguascalientes – Ojuelos».

El trayecto, en el que se incluye además de una breve incursión en Encarnación de Díaz, ya que la comunidad de El Tecúan pertenece a dicho municipio, y un ligero cambio de clima, que ya una vez salidos de Betulia comenzará a ser sensible a través de una ligera transición hacia una atmosfera más fría, más lenta, como hecha a propósito para favorecer la atención a lo que nos rodea. Sobre la crónica de su visita, comparte el cronista Ezequiel Hernández Lugo:

«Ya para llegar a la entrada de Ciénega de Mata, los vehículos frenan en la peligrosa Curva de la Eme, como para que nos detengamos y concentremos nuestra situación, en esas caprichosas formas de columnatas desgarradas de los cerros laterales, que el viajero ha nombrado como Las Momias».

El paisaje lo completa una serie de cerros que provocan en el andante la ilusión de estar entrando en una tierra hasta entonces inexplorada; pero que cuentan cada uno con su propia historia, mismas que pueden ser recogidas, ya entrados en el caserío desde la tradición oral de su gente.

«Más allá está el Cerro de La Campana, y a un lado por allá también el Cerro de la Tambora, a mano izquierda hay un cerro que muchos lo conocen como el Cerro de los Enamorados, porque ahí muchos de los noviazgos de los jóvenes de hace ya muchas generaciones, ahí le pedían a las novias que se casaran, claro ya después se casaban acá en el templo, pero ahí era un lugar muy romántico, y también, muchos lo conocen por ciertas apariciones que supuestamente dicen, que ahí se dieron», vuelve a compartir Hernández Lugo.

La historia de La Eme, por ejemplo, conjunta tres grandes tradiciones narrativas, recupera el viejo mito de Ulises y Penélope, la espera interminable del amor jurado que se niega a ser cumplido, incorpora en el relato la verdad histórica de la leyenda del pueblo y los significados otorgados al paisaje y la muy mexicana costumbre de asumir la muerte como un asunto demasiado vivo. El cronista comparte ahora una breve reseña sobre esta historia:

«En ese cerro, que ahí se comprometieron digamos en matrimonio, él se fue a trabajar a otro lado, en la época de la Revolución, y nunca regresó a cumplirle a la novia, entonces la novia iba todas las tardes, a ver si ya regresaba, a ver si ya había regresado y regresado, pasaron los días, envejeció la mujer, la dama, y murió, y después se siguió apareciendo ahí, esperando al novio que nunca regresó».

Si bien es cierto que en los viajes se planean los destinos, en el caso del trayecto hacia Ciénega de Mata, es también probable que el propio camino se transforme en experiencia, la diversidad de poblados, costumbres, comidas, sensaciones y paisajes por los que atraviesa el viajero, hacen del camino, un lugar a donde llegar.