Un espíritu bohemio, modernista y a contra corriente




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Por Gabriela Arreola

Francisco González León es uno de los poetas laguenses más reconocidos por su genialidad al escribir poesía, una poesía que llegó a ser reconocida por personajes de la talla de Ramón López Velarde o el mismísimo Carlos Monsiváis.

Nació el 10 de septiembre de 1862 y murió el 9 de marzo de 1945. Su padre, José Refugio González, era un viejo librero sumamente culto que enseñaba francés, el hombre más ilustrado del pueblo en esos tiempos, según Mariano Azuela. Al que sin duda debió influir en el literato laguense.

González León realizó sus primeros estudios en las instituciones del padre Guerra. En 1880 cursó la Cátedra de Matemáticas y Física en el Seminario Conciliar de Guadalajara, luego se inscribió al primer curso de farmacéutica del Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco, y se tituló en el liceo de varones como profesor de farmacia en 12 de mayo de 1887.

«Era farmacéutico de profesión, pero según testimonios de Mariano Azuela, Francisco González León, o Pancho, como él le decía, asistía al teatro y a la fama italiana que era el lugar de reunión de los más distinguidos literatos jaliscienses de la época, como Manuel Puga y Acal, Victoriano Salado Álvarez, Rafael de Alba. Él asistía allí para escuchar a hurtadillas sus conversaciones y también asistía al teatro; estaba enamorado de muchas actrices de la época», comparte la doctora Irma Guerra Márquez, investigadora y profesora del Centro Universitario de los Lagos.

Después de sus años como estudiante en Guadalajara, González León volvió a Lagos de Moreno y a diferencia de sus contemporáneos, jamás se apartó de la ciudad. A su regreso, se hizo cargo de varias boticas y entre 1888 y 1989 se unió al grupo de Los Farautes, quienes realizaban tertulias literarias; además, fue parte de la estudiantina de caballeros.

El 14 de septiembre de 1898 contrajo matrimonio con Petra Antuñano; a espaldas de su casa abrió una botica, justo frente al jardín principal. Un año después se integró como catedrático en el Liceo del padre Guerra, en el que llegó a impartir varias materias: latín, raíces griegas, castellano, literatura, gramática, recitación y declamación.

No obstante, ninguno de sus allegados conocía la faceta de escritor de González León, hasta que decidió participar en la primera edición de los Juegos Florales y resultó ser el ganador de la misma.

«Nadie sabía que escribía, él se reunía con este grupo de Los Farautes primero, y después con un grupo que formó Antonio Moreno y Oviedo, y que fue quien convocó para que participaran en los primero Juegos Florales de Lagos en 1903. Entonces él, sin decir nada, participó en los Juegos Florales y obtuvo el primer premio, entonces, fue una sorpresa hasta para sus amigos, porque Pancho nunca les había mostrado nada de lo que escribía y obtuvo el primer premio. No asistió a la ceremonia de premiación, participó con el poema Pleito Homenaje utilizando el seudónimo “Segundón”».

El ermitaño de Lagos

La propuesta estética de Francisco González León fue muy original, se ha reconocido incluso como vanguardista, pues se inscribió al modernismo. En su poesía es posible apreciar todos los elementos y símbolos de Lagos: los templos, las campanas, las torres, los cirios, las palomas… sin por ello caer en los confines de lo místico.

La doctora Irma Guerra indica que fue novedosa su escritura, pues utilizó elementos del mundo religioso cuando todo apuntaba hacia la secularización, es decir los asuntos de la iglesia se separaban de las otras esferas de la vida cotidiana. Por otra parte, permaneció en la provincia, en Lagos, cuando todos los demás intelectuales y escritores migraron a la Ciudad de México, pues en esos tiempos la sociedad reivindicaba solamente lo que se hacía en la capital del país.