Una vida rodeada de muerte




Lagos de Moreno, Jalisco

David Muñoz, quien desde muy joven se dedica a los servicios funerarios, nos cuenta cómo ha sido crecer y vivir alrededor de la muerte. 

Por Luz Atilano

El trabajo de David Muñoz Márquez y de gran parte de su familia es muy probablemente al que nadie de nosotros desearía recurrir. Pero sin duda, algún día lo necesitaremos, pues si algo es seguro en esta vida es que todos vamos a morir.

La Funeraria Muñoz, a cuyas capillas hemos acudido más de alguna vez para dar el último adiós a nuestros seres queridos, es el negocio más antiguo en su ramo. Fue fundada desde 1961 por el padre de David Muñoz, el señor Arnulfo Muñoz, quien se dedicaba a la carpintería en su pueblo natal de San Juan de los Lagos y que tras varios encargos de construcción de ataúdes decidió mudarse a Lagos de Moreno y adoptar por entero el oficio funerario: sí… con todo y el aprendizaje sobre la preparación de los cuerpos.

Gustoso, con una actitud muy positiva, David Muñoz comparte que se trata de un negocio familiar que ha ido inmiscuyendo a varias generaciones (desde don Arnulfo, sus hijos, sus nietos y quizá muy pronto los bisnietos) y que ha mantenido siempre una misma filosofía: basada en el respeto y en el apoyo a las personas, en dar el mejor acompañamiento a quienes pierden a un ser querido. Toda su vida la ha vivido… rodeado de ataúdes.

“Yo personalmente pues lo nací, porque la funeraria estaba se puede decir a un lado de la casa. O sea adentro de la casa pero a un ladito… o sea nosotros teníamos que atravesar el negocio porque la casa era de una sola planta y se tuvo que acomodar la familia y se puede decir que estoy involucrado desde mi nacimiento y hasta la fecha. Para nosotros es muy natural, para nosotros es muy natural el hecho de estar siempre rodeado de ataúdes. Sé que es para la gente que no está acostumbrada por lo que representa realmente sí es algo aparte de triste también hasta de un poco de temor. Tú lo sabes, desde niños nos crean el temor hacia los muertos y eso, y nosotros no, nosotros hasta jugábamos, de chiquillos jugábamos al famoso Drácula y cosas así y entonces lo veíamos normal. Para nosotros era lo más normal del mundo, es como si tuviéramos muebles en la casa, claro que siempre mi papá nos enseñó, nos educó a respetar porque en el momento de que ya se presenta el familiar, en el  momento de que ya se solicita un servicio, automáticamente los niños al rincón.”

Comenta, el cuerpo de un fallecido merece todo el respeto del mundo, incluso más que una persona viva, pues ya no puede defenderse. Cuando fallece alguien, cuenta, lo primero es conseguir el certificado médico, sea de instituciones públicas o privadas, o acompañar a las personas a solicitarlo cuando mueren en sus domicilios. Luego veriicar el tipo de servicio que los familiares desean, y así trasladar el cuerpo al laboratorio para su preparación y que pueda ser velado y luego sepultado o incinerado.

La preparación de un difunto consiste en un embalzamado aunque no completo, únicamente para que en los máximo dos días que será velado no inicie de inmediato su proceso de descomposición natural. Contrario a lo que muchos imaginan, el cuerpo ya no se abre, sino que se le extraen los líquidos naturales (como derrames de sangre) y se inyectan otro tipo de sustancias para conservarse sin hincharse. El arreglo físico del cadáver es para el señor David es parte de la rutina, pero aunque es consciente de que en su trabajo se debe tener la sangre fría, siempre se debe comprender el dolor de las personas.

Funeraria Muñoz

“Ya para manipularlo, arreglarlo, vestirlo, maquillarlo, todo eso… pues para mí es algo muy normal. Les digo que es tan normal como la persona que va al salón de belleza. La única diferencia es que uno respira y el otro no, que a uno de dices ‘oye muévete para acá, te voy a peinar’. Acá lo tienes tú que mover, pero vuelvo a lo mismo, con todo el mayor de los respetos. Uno como funerario, sí tienes que tener la sangre fría, no te puedes poner a llorar con el doliente, tienes que entenderlo, tienes que ponerte en los zapatos, tienes que ver qué es lo que está sintiendo en ese momento para poderlo ayudar. Entonces la labor de un funerario ¿qué es?, apoyar… apoyar a la gente, a que el proceso de escoger ataúd, de velar, de todo el papeleo, de todo… sea lo más ligero posible para él. Es más, de hecho que él no piense, tú piensa por él, piensa ‘oye, voy a ocupar el acta de nacimiento’, no, ‘que no la tengo’, no es originario de aquí de Lagos, ‘bueno yo te consigo el acta, no quiero que te molestes’.”

Como todo trabajo, el servicio funerario trae satisfacciones y también momentos difíciles. El señor David comparte lo que para él significan ambas partes.

“Mira lo que más me gusta del trabajo es poder servir a la gente, ayudar. Mis mayores satisfacciones son que la persona al final me diga ‘gracias, me ayudaste’, eso me llena de satisfacción porque a pesar de lo que te pueda yo mencionar de lo económico, porque de esto vivo… sí mi mayor satisfacción es que en los momentos más difíciles, más dolorosos para la persona, yo haya podido poner un granito para ayudarles a sopesar un poquito su dolor. Lo más difícil… tu familia, tus amigos… se han ido muy buenos amigos míos… eso es cuando ya también me toca a mí y tener que hacerlo, tener que agarrarlo, vestirlo, maquillar al amigo, al compañero, al familiar… eso es lo más difícil de mi trabajo. Seguir apoyándolos y echarle ganas pero por dentro tú puedes ir en la carroza llevándolo a misa y llevar todo el proceso y llevar un nudo en la garganta. Pero uno tiene que estar preparado, vuelvo a lo mismo, no puedes ponerte a llorar con el familiar porque él viene a pedir tu ayuda.”

Con 53 años ofreciendo este servicio a la población laguense, David Muñoz comparte que su labor sigue y seguirá siendo apoyar a las personas que despiden a un ser querido, hacerles el proceso menos difícil; ser, como dice el lema de la funeraria, una mano amiga al final del camino…