El exdictador chileno Augusto Pinochet ordenó desechar un informe que culpabilizaba a una patrulla militar de quemar vivos y abandonar en una zanja a dos jóvenes en 1986, según documentos estadounidenses desclasificados este viernes.

Pinochet recibió de manos del general Rodolfo Stange, director de los Carabineros (Policía), un sucinto informe levantado por ese cuerpo que identificaba la patrulla militar y a uno de los soldados que prendieron fuego al fotógrafo Rodrigo Rojas y de Carmen Gloria Quintana el 2 julio de 1986.

Rojas falleció cuatro días después, mientras que Quintana sobrevivió al ataque con quemaduras en más del 60 por ciento de su cuerpo.

Pero el dictador "le dijo al general Stange que no creía el informe y se negó a recibirlo", según un cable del Departamento de Estado, publicado casi tres décadas después por los Archivos de Seguridad Nacional estadounidenses. 

Los jóvenes, que participaban en una jornada de protestas contra de la dictadura de Pinochet (1973-1990), fueron golpeados, detenidos, rociados con gasolina y quemados vivos, en uno de los crímenes más horrendos de esa dictadura.

Según estas nuevas informaciones, tras el rechazo de Pinochet el Ejército aceptó el informe de los Carabineros y prometió que el caso se iba a resolver en 48 horas.

Pero lo que siguió fueron treinta años de impunidad posibilitada por un supuesto "pacto de silencio" entre los militares, intimidaciones de testigos y presiones a jueces y fiscales chilenos, que solo ahora empieza a romperse.

En la última semana un juez chileno ordenó el arresto de doce exmilitares involucrados en el caso, quienes permanecen detenidos, gracias al testimonio de un exconscripto que colaboró con la justicia y quedó bajo arresto domiciliario nocturno.

El caso recibió especial atención en Estados Unidos, pues Rojas residía en Washington con su madre Verónica de Negri, una exiliada de la dictadura, y llegó directamente a los ojos del presidente Ronald Reagan.

Un informe secreto de la Casa Blanca para el mandatario, y también desclasificado, ya apuntaba que la inteligencia chilena "acusaba a militares de estar claramente involucrados" en el crimen.

Según Peter Kornbluh, analista de los Archivos de Seguridad Nacional, el asesinato de Rojas colmó el vaso en las relaciones entre Washington y Santiago y contribuyó a la posterior decisión de Reagan de presionar para un regreso a la democracia en 1989.

La dictadura de Pinochet dejó más de tres mil 200 víctimas, entre muertos y desaparecidos.